Jaime Antonio Huerdo creció con una aberración a su familia, sobre todo a su abuela por apodarlo “Tutifrutti” y tratarlo mal. Desde temprana edad planeó cómo asesinarla, pero fue hasta los 21 años que llevó a cabo su malévolo plan.
Su abuela, Gracia Cuéllar de 68 años, insistía en llamarlo Tutifrutti o Carlos porque aseguraba que no le gustaba el nombre que tenía. Además, constantemente le decía que no lo consideraba su nieto porque su papá no era su padre biológico y planeaba desheredarlo por el mal comportamiento que tenía.
Huerdo era un joven que llamaba la atención por su apariencia física y su agradable forma de tratar a los demás, no aparentaba todo el tormento y los verdaderos demonios que guardaba en su interior. También, desde temprana edad consumía drogas, de hecho, el día del crimen se drogó antes de ir a la casa de su abuela para asesinarla.
“El estrangulador de Coyoacán”
Su fama como “el estrangulador de Coyoacán” comenzó el lunes 1 de noviembre de 1947 cuando saltó la reja de una lujosa mansión, situada en Presidente Carranza número 90, Coyoacán; con mucha facilidad llegó hasta la habitación principal, donde la anciana dormía.
Ella al verlo y con dificultad para identificarlo preguntó quién era y él contestó que era Carlos y estaba ahí para matarla.
Huerdo confesó que ella suplicó por su vida y luchó para librarse de sus manos, además, le prometió darle todo lo que tenía si la dejaba continuar con vida: propiedades, el dinero que tenía en sus cuentas bancarias, joyas, pero nada detuvo su deseo de matar.
Primero intentó con las manos, pero después de ver la resistencia de su abuela tomó un lazo de ixtle y se lo ató alrededor del cuello hasta acabar con ella.
- Te puede interesar: Matan a hombre que asesinó a su expareja cuando estaba en un velorio
Sin embargo, su crimen no terminó ahí porque luego fue a la habitación donde dormía la persona que ayudaba en los quehaceres de la casa, identificada como María Luisa Sánchez Oceguera de tan solo 15 años y originaria de Oaxaca, y también la estranguló.
Las dos víctimas fueron encontradas por María del Refugio Cabello Servín, la otra mujer que ayudaba en la casa.
Para despistar un poco a la Policía, el “estrangulador de Coyoacán” hurtó el auto de la casa y algunas joyas que después vendió. Esto hizo creer a las autoridades que el crimen habría sido por un robo.
Previo al asesinato de ambas mujeres, el estrangulador se casó con María Luisa Hernández Monraz, de la misma edad y adicciones que él tenía. Después de asesinar a su abuela, huyó junto a su esposa.
Al ser capturado, dijo a la policía que él solo había robado el auto y que un amigo suyo era el asesino de las dos mujeres. No obstante, finalmente terminó confesando que primero mató a su abuela y después a la adolescente, además de que para ello se había drogado, a fin de perder el miedo.
“Semillita” de odio
Señaló sentirse diferente, aunque para ello tuviera que matar también a otra mujer y cuando le preguntaron la razón de su odio hacia la anciana, relató que la mujer siempre lo trató mal, al grado de sembrarle una “semillita” de odio que fue creciendo cada vez que lo llamaba por el apodo que ella misma le había puesto: “El Tutifrutti”.
El estrangulador gozó de su triste fama, pues era narcisista y exhibicionista; rió ante su larga condena, de la que sólo temía que se le enviara a prisión a la Preventiva de la Ciudad, en lugar de a la Cárcel de Coyoacán. Fue llevado a ésta última de la que se fugó el 8 de julio de 1972.
La pesquisa se dio después de culparan hasta al hijo que vivía con Gracia Cuéllar, quien al momento de su asesinato, se encontraba de vacaciones el Acapulco. Por el tipo de escena que dejó el supuesto Carlos, todo apuntó siempre a un robo, hasta que al tratar de despistar a los investigadores del caso, Huerdo dijo que él sólo había robado el auto y que un amigo suyo era quien había cometido los crímenes.
Jamás demostró tener remordimiento, al grado en que enseñó a los fotógrafos que documentaron el caso los movimientos que hizo para estrangular a las dos féminas, informó El Diario de Hoy.