Analistas estadounidenses consideran que las sanciones se han convertido en una especie de arma con la cual Washington intenta obligar a todo el mundo a hacer lo que quiera. Sin embrago, resulta que las medidas restrictivas no siempre son eficaces.
Parece que las autoridades de EE.UU. usan las sanciones como un instrumento que permite presionar a los países, consideran analistas del periódico ‘Los Ángeles Times’.
El ministro de Finanzas, Jacob Lew, compara las sanciones con «un campo de batalla, donde EE.UU. puede perseguir a los que desean dañarla sin poner en peligro sus tropas».
Al mismo tiempo, las sanciones influyen no sólo en los enemigos de Washington, sino también en sus amigos. En la mayoría de los casos, EE.UU. intenta coordinar las sanciones con sus aliados. Como resultado, algunos líderes europeos se quejan de que sus países sufren por las medidas impuestas por EE.UU.
El presidente de Francia, François Hollande, la semana pasada declaró que la crisis económica en Rusia no es a beneficio de la UE y que la imposición de sanciones contra Moscú debe «acabarse ahora».
Teniendo en cuenta que circulación de mercancías entre Rusia y la UE es 10 veces más grande que con EE.UU. se puede imaginar el daño que causan las sanciones en la economía europea.
Cada vez más EE.UU. se da cuenta que imponer sanciones no debe ser una respuesta a todos los acontecimientos que no le ‘gustan’. La situación con el programa nuclear de Irán, o la reunificación de la península de Crimea con Rusia lo comprueban.