Las recientes declaraciones de gobernantes de Arabia Saudita parecen un evidente desafío a Estados Unidos y dan pie a algunas preguntas: ¿Qué sucederá en un futuro próximo? ¿Es posible el ‘divorcio’ entre estos dos aliados estratégicos?
Es cierto que, después de que el secretario del Consejo de Seguridad nacional y jefe de los servicios secretos sauditas, el príncipe Bandar bin Sultan bin Abdulaziz al Saúd, arremetió contra la política exterior de EE.UU. y declaró que el reino «cambiará el rumbo de su política exterior», podríamos pensar que la monarquía se aleja de su aliado estratégico principal.
Y si recordamos la declaración de otro príncipe, el ministro de Relaciones Exteriores saudita, Saud bin Faisal, sobre la incapacidad de la ONU de detener la guerra en Siria y la traición de EE.UU. a sus aliados regionales, podríamos hablar incluso sobre una verdadera ‘guerra fía’ entre ambos estados.
¿Será un vuelco en las relaciones con EE.UU.?
Para responder a esta pregunta hagamos un repaso a las verdaderas razones de este repentino e intenso ‘odio’ de la monarquía hacia Siria.
El canciller saudita hizo su declaración al explicar las razones de la polémica negativa a pasar a formar parte del Consejo de Seguridad de Nacionales Unidas. ¿Qué sentido tiene formar parte del Consejo de Seguridad, si éste no quiere detener la guerra en Siria?, argumenta Arabia Saudita. De acuerdo con Riad, es posible detener el conflicto interno en Siria solo iniciando una guerra contra el Gobierno de ese país, algo que parece una paradoja importante.
Sin embargo, esta al parecer lógica medieval saudita, tiene un origen completamente moderno. Los príncipes tienen bastantes razones para ofenderse con el Consejo de Seguridad. Su aversión por Al Assad no vino porque, como algunos creen, Siria es un país laico, mientras que la monarquía saudita vive bajo la ley islámica o ‘sharía’.
La verdadera explicación sería mucho más simple: por ejemplo, si no fuera por Al Assad, a través del territorio sirio se podrían tirar gasoductos y oleoductos hasta el Mediterráneo, para no depender de la situación en el golfo Pérsico, ya que parte de su zona acuática es controlada por Irán, el peor enemigo del reino saudita y aliado de Siria.
Hay otra posible explicación para el odio saudita a Siria, más bien de carácter psicológico. Hace unos diez años, el exgeneral con experiencia de guerra y candidato a la presidencia estadounidense Wesley Clark dijo que en la guerra contra el terrorismo no se debería empezar por Afganistán o Irak, sino por Pakistán y Arabia Saudita. Teorías similares se repiten con relativa frecuencia. Quizás Arabia Saudita intente simplemente descargar su frustración o que se ‘mire para otro lado’.
Posibles razones para no ‘divorciarse’
Es muy poco probable que la élite saudita se arriesgue a perder a su aliado principal. Al romper con EE.UU., es muy probable que el país permanezca asilado en un ambiente geopolítico que le es hostil.
Hoy en día, el régimen saudita está luchando en dos frentes.
En el exterior, contra Irán y sus aliados chiíes de Siria. Y la situación no es nada fácil para la monarquía del Golfo: Siria sigue resistiendo, mientras que Teherán hábilmente usó la situación de Irak en su favor, hecho que debilita la posición de Arabia Saudita.
Los retos internos de la élite saudita son también bastante serios, principalmente el de contrarrestar la creciente negativa de jóvenes ciudadanos del país a vivir respetando la ley ‘sharía’. Una proporción significativa de jóvenes de entre 15 y 39 años (un 46% de los 30 millones de habitantes del país) no quieren vivir según las reglas establecidas por el clero salafista y exigen más libertad.
Otra razón es la cantidad de dinero saudita invertido en bancos estadounidenses. En este sentido es difícil responder a la pregunta de quién necesita más mantener la alianza, Arabia Saudita o Estados Unidos. Este es otro argumento para sostener que las relaciones entre los dos países no cambiarán. Como se suele decir, es necesario mantener a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca. Y también suele decirse que es mejor no mezclar la amistad con los negocios. Como decía Voltaire: «Cuando se trata de dinero, todos son de la misma religión».