Hacinados en hospitales y en cualquier infraestructura que pueda servir como refugio, los residentes de Tacloban hacen llamados para que los organismos de emergencia les acerquen comida y agua y recuerdan las horas previas.
«Yo no sé nadar, mi esposo sí. Entonces le dije que salvara a nuestro bebé y se olvidara de mí. Que hiciera lo que tuviera que hacer, que yo entendería», contó Faith Pelies mientras sostiene a su niño en brazos.
«Necesitamos arroz, pero no tenemos agua para cocinar ese arroz», añadió.Jeannette Bacsal aún no puede creer cómo es que está viva: «Mi padre sabe cómo nadar pero yo no, por eso me siento tan bendecida por haber sobrevivido».
Además del acceso a productos básicos, los sobrevivientes luchan por saber de sus seres queridos en otros lugares del país. En la ciudad de Cebu, Sandra Conception dice que se enteró de que su madre se salvó en la vecina Ormoc gracias a la llamada de un amigo, pero que aún no ha podido hablar con ella.
El gobierno filipino espera que las operaciones de evacuación preventiva hayan servido para salvar numerosas vidas.
Sin embargo, reconoce que con el paso de la tormenta más de doce millones de personas estaban en situación de riesgo, la mayoría en una región que ya luchaba para recuperarse de un reciente terremoto.