El historiador William Doyle esperó 18 años antes de que las autoridades de EE.UU. hicieran pública, a petición suya, una grabación que revela que el presidente Ronald Reagan pidió disculpas ante Londres por haber invadido la isla de Granada.
Al ser miembro de la Mancomunidad Británica de Naciones, Granada, un pequeño país insular del sudeste del Caribe, no salió de la zona de influencia del Reino Unido ni siquiera mientras estuvo gobernado por el líder revolucionario Maurice Bishop, entre 1979 y 1983. Por este motivo el mandatario estadounidense tuvo que explicar a la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, por qué Washington asumió el ‘derecho’ de injerirse de manera violenta en los asuntos internos de Granada cuando Bishop fue derrocado y ejecutado por las fuerzas izquierdistas de su propio Gobierno y el Ejército.
Reagan llamó a Thatcher y grabó clandestinamente la conversación que mantuvieron, a sabiendas de que su interlocutora estaba molesta por no haber sido consultada sobre los planes de EE.UU. Reagan le dijo que lamentaba mucho «la turbación que le había causado» con la operación militar del 25 de octubre de 1983.
«Si yo hubiera estado allí, Margaret, hubiera lanzado mi sombrero por la puerta antes de entrar», se expresó el presidente estadounidense mientras las tropas de su país todavía estaban en el terreno. La frase hacía referencia a una práctica habitual estadounidense que databa de la época de la Guerra Civil, consistente en que un visitante lanzara su sombrero antes de entrar a una habitación. Si no era bienvenido, le tiraban el sombrero de vuelta o recibía un disparo.
«Eso no era necesario», replicó Thatcher, citada según ‘The Telegraph’.
Entonces Reagan le contó su versión de los acontecimientos. Después de que los marxistas tomaran el poder en Granada, dijo, había que tomar una decisión en «cuestión de horas». Además, no pudo hablar antes con ella por motivos de seguridad, por miedo a posibles filtraciones.
Con cierta alusión a la actividad de la Inteligencia extranjera dijo: «Aquí estábamos muy preocupados por un problema, que no era vuestro, sino nuestro». Especificó que se trataba de «un problema persistente con una fuente» vinculado con un fallo en el sistema de seguridad.
Thatcher aceptó el argumento y se mostró consciente de que el intercambio de información era vulnerable. Señaló que también vivió restricciones similares en el momento de la invasión de las islas Malvinas.
«Es por eso que durante mucho tiempo no he querido hablar con usted ni siquiera por el teléfono secreto», dijo la primera ministra.
«La acción está en marcha y esperamos que tenga éxito», adelantó Thatcher. A continuación admitió que lo que le preocupaba era el «complicado» debate que tendría en la Cámara de los Comunes sobre la invasión norteamericana de Granada.
En respuesta Reagan le aconsejó «comerse vivos» a los parlamentarios y regresó a los detalles de la invasión. Reveló que no solo se encontraron con las fuerzas locales de Granada, sino con «varios centenares de cubanos» que apoyaban al Gobierno. Al menos tres puntos de la isla estaban controlados por los cubanos y los militares estadounidenses habían capturado a 250 de ellos.
El presidente de EE.UU. no especificó cuál sería el destino de aquellas personas.