Tanto Rusia como China están en el auge de su poderío geoestratégico y EE.UU. busca socavar este crecimiento para robustecer sus propias posiciones. Para conseguirlo aprovecha conflictos como los de Ucrania y de la región autónoma Uigur de Xinjiang.
Así lo estima el escritor y redactor jefe de la revista ‘Geopolítica’, Leonid Savin, quien dedicó dos libros al análisis de los métodos que practica el país norteamericano para alcanzar sus objetivos estratégicos.
«A EE.UU. le es provechoso poner frente a frente los intereses de distintos países», dijo el analista a la emisora La Voz de Rusia. «No solo se refiere a las relaciones ruso-ucranianas, sino también a un ámbito geopolítico mucho más amplio, sean los países de Europa, Asia o América Latina».
«Rusia se encuentra ahora en el auge de su poderío geoestratégico y EE.UU. está dispuesto a socavar este crecimiento, fortificarse, seguir construyendo el orden mundial unipolar y ejercer su hegemonía adelantó. Para eso es imprescindible debilitar a Rusia y China».
«Ahora se hace hincapié en Rusia con el acceso a través de Ucrania. Otro plan existe allí para China: estipula propiciar la tensión en la región autónoma Uigur de Xinjiang y un trabajo mediante los países colindantes», agregó Savin. En particular, EE.UU. reforzó sus posiciones en Mongolia. Creo que a través de ese país intentarán hacer manipulaciones contra China y Rusia».
El desencadenamiento de un conflicto y su posterior arreglo siempre ha sido una herramienta clave de la política exterior de Washington, según el analista. No solo permite distraer a la población de los problemas internos, sino apoyar al dólar como divisa internacional y justificar los enormes gastos militares.
El «trabajo» en la región de Xinjiang que menciona el experto ya es una realidad, pero afronta la creciente respuesta del Estado chino. En un mes que ha durado la campaña declarada por las autoridades regionales contra el terrorismo y el extremismo islámico se logró desarticular a 32 grupos terroristas y capturar a 380 sospechosos, que ingresaron desde el extranjero con literatura extremista, incluidos manuales de actividad subversiva.