La isla de Kivalina, situada cerca de la costa occidental de Alaska, para el 2025 podría desaparecer de la faz de la tierra debido al impacto de los cambios climáticos y meteorológicos que afectan a nuestro planeta, aseguran científicos italianos.
Casi 400 residentes de la isla tendrán que mudarse a otro lugar debido a que su hogar se hundirá completamente, informa el diario ‘La Stampa’.
Al darse cuenta de su suerte poco envidiable, en 2008 la población local, preocupada por su futura mudanza, presentó una demanda contra 24 compañías líderes de energía responsables de las emisiones de CO2. Sin embargo, «No existen normas legales en este área, y es terrible, ya que para el año 2050, según algunas estimaciones, el número de los ‘migrantes climáticos’ alcanzará casi los 200 millones de personas», afirma el sociólogo Marco Ettore Grasso de la Universidad de Milán, quien participa en la creación de un centro interinstitucional para el estudio del clima.
El cambio climático da lugar también a otras migraciones, menos visibles: el mar Mediterráneo fue invadido por varias especies tropicales desde la apertura del Canal de Suez, pero solo ahora se han creado condiciones muy favorables para que estos seres se establecieran allí firmemente, lo que pone en peligro de extinción a las especies nativas de la zona.
Además, el aumento de la presencia del dióxido de carbono en el agua en los últimos 50 años ha conducido a un salto significativo del contenido de ácido en el océano: el 25-30% más. Si esta tendencia no cambia, causará un daño irreparable a los arrecifes de coral en los trópicos y a muchos otros organismos marítimos.
Por otra parte, el deshielo se registra no solo en el Ártico, sino también cambia el ambiente alpino: las especies que habitaban anteriormente a unas alturas bajas están colonizando las áreas que estaban cubiertas de hielo, que ahora subió unos cientos de metros. Debido a ello, diferentes especies entran en conflictos que, según algunas previsiones, para el 2080 pueden acabar con la flora alpina.
Además, los glaciares alpinos son un ‘repositorio’ de los contaminantes orgánicos persistentes que se están acumulando allí desde la década de 1970. Por lo que el deshielo de los glaciares causará la contaminación de los ríos con sustancias tóxicas, sostienen los ecologistas.