La visita que realiza el jueves el precandidato presidencial Donald Trump a la zona fronteriza de Estados Unidos con México anticipa nuevos retos para el Partido Republicano, que desde hace años intenta atraer el voto de la minoría hispana.
Más allá de la posición intransigente del partido sobre la inmigración ilegal, Trump ha calificado a quienes cruzan la frontera sin autorización de «criminales» y «violadores» y ha acusado al gobierno mexicano de enviar deliberadamente delincuentes a Estados Unidos.
Al momento de realizar su viaje, Trump está envuelto en un enfrentamiento con sus rivales republicanos y ha recibido críticas de los dos partidos, lo que le garantiza al empresario la atención de votantes y reporteros.
El astro de programas de televisión tipo «reality show» prevé una serie de eventos en Laredo, Texas, incluida una conferencia de prensa en la frontera por la tarde. También planea reunirse con miembros del sindicato de agentes de la Patrulla Fronteriza y con agentes de otras fuerzas del orden.
Sean miembros de peso en el partido como el exgobernador de Florida Jeb Bush o casi debutantes en el escenario nacional como el gobernador de Wisconsin Scott Walker, los rivales de Trump tienen que habérselas con su costumbre de mencionarlos por su nombre, denigrar el establishment partidario y agitar el debate sobre inmigración.
En Washington el miércoles, en respuesta a una pregunta sobre el viaje de Trump, el exgobernador texano Rick Perry dijo: «Espero que sea capaz de encontrar la frontera. Me parece que nunca ha estado allí».
Perry dijo que la campaña de Trump es un «cáncer para el conservadurismo» y definió el «trumpismo» como una «mezcla tóxica de demagogia, mezquindad y absurdo que llevará al Partido Republicano a la perdición si continúa».
El senador republicano Lindsey Graham calificó a Trump de «imbécil». Este a su vez lo trató de «idiota» y divulgó el número de teléfono personal del senador. Bush dijo que su retórica era «fea» y «mezquina».
El enfrentamiento se produce de cara a una elección presidencial en la que el voto hispano cumplirá un papel crucial, sobre todo en estados como Nevada, Colorado y Florida, que pueden inclinarse por uno u otro partido.
SAN ANTONIO (AP)