La Administración para el Control de Drogas de EE.UU. empezó a espiar 1.000 millones de llamadas a países extranjeros desde 1992 a través del proyecto USTO, que se convirtió posteriormente en una base de los programas de espionaje de la NSA.
Casi diez años antes del ataque del 11-S, el gobierno de EE.UU. inició el espionaje sin ninguna orden judicial de 1.000 millones de llamadas de ciudadanos norteamericanos a países extranjeros, lo que luego creó la base para la vigilancia de la población por parte de la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA), reza la investigación del periódico USA Today. El proyecto, conocido como USTO, se inició en 1992 y fue llevado a cabo por la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Su primer objetivo fue Colombia, con el fin de controlar los cárteles de droga, pero con el tiempo se expandió a más de 116 países. La DEA no grababa el contenido de la conversación pero registraba cuándo fue realizada la llamada, el número de teléfono y la duración de la misma. Aunque la Administración realizaba el control de drogas, a veces las llamadas se espiaban con el fin de investigar otros asuntos, como por ejemplo la búsqueda de terroristas involucrados en el atentado de Oklahoma City en 1995. En 2013, el fiscal general de EE.UU., Eric Holder, puso fin al programa después de que el exempleado de la CIA y la NSA Edward Snowden, realizara una serie de revelaciones sobre el espionaje de la NSA. Sin embargo, a pesar de que el USTO no está en funcionamiento, la DEA todavía recoge datos sobre las llamadas cuando identifica que pueden estar relacionadas con el narcotráfico.