La política exterior de EE.UU. no solo no ayuda a maximizar el bienestar de sus ciudadanos, sino que pone en peligro la seguridad tanto de las generaciones actuales como las futuras, opina el economista y escritor Daniel Altman.
"La política exterior de EE.UU. no es económicamente justificable", opina el economista y escritor Daniel Altman en su artículo publicado por Foreign Policy. Partiendo de la idea de que el objetivo principal de la política exterior debería ser el bienestar de los ciudadanos, Altman señala que la clave para maximizar este bienestar sería dejar de permitir que maten a la gente. "La política exterior actual sugiere que EE.UU. debe gastar miles de millones de dólares para salvar a un pequeño número de estadounidenses de que los maten", continúa el autor añadiendo que "las guerras en Irak y Afganistán han costado más de 100.000 millones de dólares al año", sin incluir los gastos en la inteligencia, seguridad pública y costes para negocios privados. En opinión de Altman, existen otras formas de gastar este dinero que podrían salvar a muchas personas, como por ejemplo, la seguridad de carreteras o la reducción de la contaminación. "Incluso no hacer nada en el ámbito de la política y solo usar el dinero para pagar la deuda podría haber sido mejor para los estadounidenses", expresa el economista. Altman denuncia que aunque los esfuerzos militares masivos de EE.UU. en los últimos 15 años han ayudado a garantizar la seguridad de varios miles de personas, al mismo tiempo probablemente hayan hecho al mundo mucho menos seguro para las generaciones futuras, ya que "ahora EE.UU. tiene muchos más enemigos que antes del 11-S". "Una respuesta racional a esta conclusión sería desenredar a EE.UU. de los conflictos que ocurren en el mundo", expresa el autor. En particular, comentando la situación en Oriente Medio y África del Norte, Altman indica que "EE.UU. está involucrado en una guerra indirecta entre poderes regionales y sectas religiosas, no por primera vez, y no está haciendo ningunos amigos". "Ni siquiera los objetivos están claros, por no mencionar los efectos en las generaciones presentes y futuras de los estadounidenses", concluye Altman.