En este nuevo viaje musical de Andrés Calamaro se une al pianista Germán Wiedemer, un viejo conocido del Salmón, para vestir con elegancia algunos clásicos de su propia cosecha y de otros nombres grandes del cancionero argentino, como Virgilio y Homero Expósito, Aníbal Troilo, Enrique Cadícamo y LittoNebbia.
En Romaphonic Sessions, existe una intención clara de testimoniar el encuentro entre el cantante y el instrumento en buenas condiciones de estudio, pero sin trucos ni ornamentos. Y en esas limitaciones técnicas radica buena parte del encanto, tanto de este álbum como del propio Calamaro: ese timbre resquebrajado y esos falsetes que están a punto de calar son marcas registradas de su expresividad. Retocarlos sería un pecado para sus seguidores.
Un ejemplo concreto de esa alta suciedad es esta nueva versión de Paloma, grabada un par de semitonos más abajo que la original. Llevada a este nuevo lugar, suena menos a un hit que a una balada íntima y desgarradora. Las otras dos canciones de Calamaro incluidas en este trabajo son Los aviones y Mi enfermedad, otro clásico que demuestra su vitalidad.
Además de los tangos y milongas (Garúa, Milonga del Trovador, El día que me quieras), el repertorio del nuevo material sorprende con una canción de Nebbia, Nueva zamba para mi tierra, que Calamaro interpretó en su gira de regreso de 2005 y también en la vuelta de Los Gatos Salvajes, aquel mismo año. Otro grato momento del disco es Biromes y servilletas, de Leo Masliah, una pieza melancólica y evocativa de las calles de Montevideo, en la que el Salmón ofrece una de sus mejores interpretaciones de todo el disco.
Las presentaciones en vivo de este nuevo trabajo discográfico comenzarán en mayo, en ciudades de España y Argentina. Además de Wiedemer, los acompañantes de Calamaro serán el contrabajista español Antonio Tonio Miguel y Martín Bruhn, percusionista cordobés que vive en Madrid desde hace algunos años.