A veces, el hambre y las ansias de comer se pueden convertir en toda una condena. Sobre todo, cuando una enfermedad provoca que la ingesta normal de un humano adulto sea tan insuficiente que te pueda matar de inanición.
Eso es precisamente lo que le ocurría a un ciudadano francés, conocido como Tarrare. Al día de hoy, más de dos siglos después de su muerte, no se sabe cuál era la condición médica que le atormentaba; pero está claro que algo le ocurría, pues la ansiedad por comer le llevó a cazar serpientes y anguilas, e incluso a irrumpir en la morgue de un hospital en busca de cadáveres para saciar su hambre.
Su vida desde luego, no fue un camino de rosas. Murió muy enfermo con solo 26 años de edad, en ese tiempo, hubo personas que quisieron ayudarle, pero también otras que se aprovecharon de ese don por el que vivía constantemente al borde de la extrema debilidad física provocada por la falta de alimento.
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¿Quién era Tarrare?
Se sabe poco sobre la vida de este personaje; solo que nació en 1772, en un pueblo rural de Lyon. Se desconoce si Tarrare era su nombre real o un apodo y no hay datos acerca de sus apellidos o la procedencia de sus padres; lo que sí se sabe es que estos, al ver que eran incapaces de satisfacer su ansiedad por comer, lo abandonaron siendo un niño.
Vivió un tiempo como mendigo, alimentándose de lo que podía para no sucumbir a la inanición. Y fue así como descubrió que podía convertir su problema en una forma de ganarse la vida, así lo informó Hipertextual.
Comenzó a actuar por las calles, desafiando a la gente a darle cualquier cosa de comer; no tenía problema, todo le iba bien. De hecho, según cuentan en un artículo sobre él publicado en IFLScience, en un espectáculo llegó a comer corcho, pedernal y en otro toda una alforja llena de manzanas.
También cazaba animales; no le importaba si anguilas, serpientes o gatos. Todo le iba bien, tanto la carne como la sangre, aunque el pelo lo terminaba vomitando; su hambre era mas fuerte que cualquier cosa.
Debilidad física provocada por la falta de alimento.
Sin embargo, tras un chequeo el doctor dictaminó que tenía tuberculosis. Apenas duró unos meses en este estado. Poco después, unas intensas diarreas acabaron con su vida.
Como es lógico, Tarrare era un misterio médico, por lo que tanto Didier como otros doctores de la época quisieron hacerle una autopsia en busca del motivo de su padecimiento. Así, al diseccionar se encontraron un sistema digestivo enorme.
Al abrir sus mandíbulas podía verse un inmenso canal que bajaba hasta el estómago, cuyo tamaño estaba muy por encima de lo normal. También llamaba la atención el gran tamaño de su esófago, su hígado y su vesícula biliar; Todo estaba lleno de pus y úlceras.
En contra de todo pronóstico, este enigmático francés no murió de inanición. Durante toda su vida logró conseguir comida suficiente para mantenerse vivo, pero a costa de destrozar todo por dentro.Su vida fue un calvario, que ni siquiera pudieron decirle qué le ocurría. Terminó obteniendo un diagnóstico de polifagia; esta es una condición médica que lleva a quien la padece a tener siempre una gran ansiedad por comer.
Sin embargo, todo esto suele ir acompañada de algún trastorno, cuyas causas pueden ir desde lo psicológico hasta lo metabólico.