Un estudio reciente dirigido por veterinarios de la Universidad de Bristol (Reino Unido) reveló que los olores relacionados con el estrés humano impactan el aprendizaje y el estado emocional de los perros.
Los resultados muestran que los perros experimentan contagio emocional al detectar el olor del estrés humano, lo que provoca que que tomen decisiones más «pesimistas».
«Los dueños de perros saben que sus mascotas están en sintonía con sus emociones, pero aquí demostramos que incluso el olor de un humano estresado y desconocido afecta al estado emocional del perro; a su percepción de las recompensas y a su capacidad de aprendizaje», explica Nicola Rooney, profesora de Vida Silvestre y Conservación en la Facultad de Veterinaria de Bristol.
«Los adiestradores de perros de trabajo suelen decir que el estrés se transmite a través de la correa, pero nosotros hemos demostrado que también puede transmitirse a través del aire«; agregó.
Estudios anteriores señalaban que el olor de una persona estresada influenciaba de manera subconsciente las emociones y las decisiones que toman los otros humanos que la rodean.
Los perros olfatean el estrés del humano
Un acercamiento rápido reflejó «optimismo» sobre la presencia de alimentos en estos lugares ambiguos (un indicador de un estado emocional positivo); mientras que por el contrario, un enfoque lento indicó «pesimismo» y emoción negativa.
Estas pruebas se repitieron mientras cada perro estaba expuesto a la ausencia de olor o a los olores de muestras de sudor y aliento de humanos; en un estado estresado (realizando una prueba aritmética) o relajado (escuchando sonidos de paisajes).
Descubren que los perros al olfatear el sudor y el aliento de una persona pueden detectar si está estresada.
Se descubrió que el olor humano provocado por el estrés hizo que los perros se acercaran más lentamente a la ubicación ambigua cuando el recipiente estaba ubicado en el lugar más cercano al sitio del cuenco vacío. Este comportamiento no se observó con el olor de personas relajadas.
Esta conducta sugiere que el olor humano provocado por el estrés podía haber aumentado la percepción de los perros de que esta nueva ubicación no contenía comida; de manera similar a la ubicación cercana del cuenco vacío.