Todos creemos que comunicarse es simple, más viviendo en el paradigma de la comunicación; pensamos que es imposible no estar conectados con el otro, y sobretodo si ese otro es, ni más ni menos, que nuestra pareja.
Tal vez de aquí parta el error, sostenemos: si estamos todo el día juntos cómo vamos a tener problemas para comunicarnos; o nos cuestionamos, cómo no voy a saber lo que piensa si lo conozco de toda la vida.
Razonamientos de este estilo, pasan por alto que comunicarse no es compartir espacio físico o dar por sentado lo que piensa el otro; sino que se trata de un proceso que ninguna pareja debería subestimar.
Desde ya, cuando aparecen estos conflictos, primero, nos escudamos, solemos poner el foco afuera y nos detenemos en el «por qué nuestra pareja no nos escucha», pero cuando realmente se aborda el problema; nos damos cuenta que estas situaciones manifiestan la falta de diálogo, y eso nos incluye a los dos por igual. No podemos frenarnos en repartir culpas, porque ambos somos responsables de que nuestra comunicación esté en crisis.
Una de las aristas fundamentales del tema, es poder distinguir las primeras huellas que evidencian al problema, no ignorarlo, es más complicado intentar tapar los conflictos, que ponerlos en relieve y ver que nos señalan.
Pero esto no resulta fácil, dado que lograr registrar la falta de comunicación en las pequeñas cosas cotidianas, no es tarea simple, y justamente, estas crisis; suelen estallar por ese motivo: son la suma de muchos conflictos que un día salen a la luz explotando de la peor manera y dejando a la relación en un estado claramente vulnerable.
Debemos evitar llegar a situaciones límites, porque en puntos extremos se vuelve más complicado construir soluciones, necesitamos ampliar nuestro registro y trabajar; como pareja, los primeros indicios que nos hablen de estos conflictos.
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Por supuesto, que la mayoría de las crisis de este tipo encuentran sus raíces en la ausencia de diálogo, pero la carencia de comunicación dentro de una pareja, también nos habla de una falla en el lenguaje que cada relación posee como código único, que va más allá del discurso verbal, si no que incluye, también, lo no verbal, y que es sumamente propio de cada vinculo.
Acá radica la importancia de este tema, porque sin ese lenguaje único, y especial, que todas las parejas saben construir, la relación no va a encontrar cimientos para poder seguir adelante.
¿Qué debemos tener en cuenta a la hora de enfrentarnos a estos conflictos de pareja?
-Creer conocer cómo piensa nuestra pareja, no es igual a saber lo que piensa. Dar por sentado una respuesta es un acto de desconfirmación del otro. Nuestros pensamientos son dinámicos y las parejas deben adaptarse a ello, nutriéndose del intercambio permanente de opiniones.
-Sin una buena comunicación, no puede sobrevivir la pareja. Sin duda es el oxígeno de la relación, y no trabajar en función de ella; es ir en contra de la esencia del vínculo amoroso, dado que su crecimiento dependerá del nivel de la misma.
-Aprender a escucharnos. No se trata de solamente de oírnos, sino de poder leernos, sumergiéndonos en nuestra forma de expresión; y construir, juntos, el entendimiento único que alcanzará el vínculo en particular. Esto forma parte de una de las improntas más propias de cada pareja.
-Siempre estamos comunicando. Es imposible no comunicar; aún nuestro silencio comunica. Por eso, debemos ser consciente del mensaje que queremos que el otro reciba de nosotros, y a su vez ser permeables al que nos están mandando. Ambos somos participantes fundamentales del proceso.
Por lo tanto, «no nos escuchamos» engloba un conflicto en la pareja, que puede desatar todo tipo de crisis. Debemos darle entidad al tema, no creyendo que saber comunicarnos es llevarnos perfecto y coincidir en todo, si no trabajar para ampliar nuestra lectura del otro; crear ese lenguaje que distingue a una relación de pareja de todas las demás relaciones, y que sin duda, requiere de todos nuestros sentidos para llevarse a cabo.
No debemos tenerle miedo al desacuerdo, más nos tiene que asustar no poder registrar en qué lo estamos. El nivel de comunicación hace fuerte al vínculo, volviéndolo resistente para readaptarse a los cambios constantes que le presenta la vida; tal como lo expresa una frase de Mario Benedetti: el secreto de un largo amor, no es más que el extenso dialogo entre las diferencias.
Por El Tiempo