El amor, como sentimiento universal, es una palabra que todo el mundo parecemos decir demasiado rápido, a menudo influenciados por una pasión desmedida o demasiadas películas de Julia Roberts. Sin embargo, el amor es más que eso, una fuerza que te lleva a hacer cosas que nunca imaginamos y que, como bien dicta el proceso, no entendemos. El problema es cuando el amor se vuelve egoísta, un estado que se sucede muchas más veces de lo que pensamos.
Te amo… desde mi muro
Decirle por primera vez «Te amo» a una persona nos cuesta bastante, pero una vez que lo decimos parecemos adictos a estas dos palabras que relucen en todo momento sobre una prometedora relación. Queremos a alguien porque nos hace sentir especial, nos atrae sexualmente y, en definitiva, somos muy felices con él.
Tras unos meses de pasión pasamos a la rutina y, de ahí, al paso de convivir juntos. Posiblemente a uno le haga más ilusión que a otro, quien seguramente cederá aunque sepa que no es lo que quiere. Ve peligrar su zona de independencia, su vida anterior, teme el cambio pero, sin embargo, cede, pudiendo arriesgarse a dar el mejor paso o arrepentirse en el futuro. Si sucede esto último, posiblemente nos acordemos de aquellos momentos en los que cada uno vivía separado y todo era más nuevo, disfrutable. Sin embargo, él está feliz de poder convivir juntos. Es entonces cuando nos preguntamos si el amor es egoista o no.
El amor es ese sentimiento que te hace olvidarte de ti mismo y centrarte en una persona, no poner pegas pero… ¿acaso es bueno? ¿O acaso no debemos tomar ciertas precauciones y tener más en cuenta nuestros propios objetivos?
Sinceramente este artículo no se empeña en dar respuestas, sino que plantea una pregunta ambigua cuya respuesta depende de nuestro propio autoconocimiento, de saber hasta qué cierto punto estamos con una persona porque nos hace estar bien o porque, además, la amamos con locura.
Ayudarle en los problemas laborales, mantenerle económicamente, aguantar a su familia… son muchas las situaciones que se pueden plantear y en las que se pondrá a prueba la verdadera naturaleza de nuestra relación.
Y es que hoy en día, cuando una oportunidad laboral pesa sobre una rutina en pareja, cuando nuevos hombres proponen alternativas atractivas en lugar del novio de toda la vida o sólo pensamos en nuestro bienestar en lugar de la felicidad de una persona que, posiblemente, también nos necesita, el amor pasa a lucir el adjetivo de egoísta, no más que un mero mecanismo de amor a nosotros mismos.
Por último, y especialmente en los tiempos que corren, amarnos a nosotros mismos es algo importante, pero anteponer siempre nuestras necesidades a las de otra persona no es sinónimo de amor, sino la mera necesidad de lucir un pantalón nuevo que despreciemos cuando nos parece viejo y pasado de moda. Quizás podríamos diferenciar el amor en dos tipos: consumista o verdadero. Sí, mucho mejor.
Saber si el amor hacia otra persona es egoísta o no depende de la sinceridad y, especialmente, del tiempo, pues sólo al cabo de unos años seremos testigos de la verdadera naturaleza de nuestra relación, de si, a pesar de querernos a nosotros mismo cedemos y traspasamos unas fronteras a las que muchos creen llegar pero que están muy lejos de la realidad.