¿Es bueno tener secretos?

¿Qué callamos con la pareja? Hay muchas cosas que no nos gustan de nosotros y no queremos que el otro las sepa. Pensamos que, si se entera, dejaríamos de ser queridos. Pero suele ser un error.

 

Tratamos de mostrar nuestra mejor cara y no nos damos cuenta de que son nuestras debilidades las que atraen al otro.

En general, callamos cosas que nos avergüenzan, que nos dan pudor, o que consideramos debilidades. Y, por supuesto, aquellas que muestran nuestras miserias.

Callamos frente al otro lo que quisiéramos callar ante nosotros mismos, es decir, lo que quisiéramos que no ocurriera. La realidad es que todos tenemos cosas que no queremos tener y callarlas parece ser el modo de suponer que no existen.

Eso que creemos que no está, tarde o temprano aparece y cuando estuvo guardado mucho tiempo seguramente generó alguna deformación en nosotros o en la pareja. Esto genera desde resentimientos, dolores y enojos que alguna vez serán facturados. Y ya sabemos que las facturas vencidas generan intereses… A veces impagables.

También nos callamos lo que no nos gusta del otro, para que no se moleste y no nos deje de querer. Si le pido que cambie su modo de vestir quizás se ofende, quizás se enoja, quizás me deja.

El dinero en la pareja suele ser otro de los grandes secretos. Las razones son varias: porque el otro va a tener más control sobre nosotros, porque nos reservamos algo por si acaso, porque no queremos que gaste lo que nosotros conseguimos.

Desde luego que hay otros secretos más profundos. Por ejemplo, muchos tienen un amante y prefieren mantenerlo oculto para no herir a la pareja.

El riesgo de callar

En términos generales, ocultar cosas nos aleja de la persona querida porque atenta contra la intimidad. No olvidemos que esos secretos que nosotras tenemos también los tienen ellos.

No estoy diciendo que hay que compartirlo todo. Hay cosas que solo dan dolor a otros y no cambian la situación. Por ejemplo, contarle lo bien que la pasamos en el pasado con otra pareja no ayuda mucho y no abre opciones.

Sin embargo, omitir cosas que hacen a la relación suele provocar el efecto contrario. Por cuidar la pareja y a nosotros mismos, callamos cosas y la matamos de inanición. Porque también eso oculto, eso no tan perfecto, es lo que necesitamos que el otro tenga para que nosotros no seamos tan raros.

Desde luego, hay parejas que ya callaron demasiado y es mejor que no se digan ciertas cosas. Para las que todavía no es así, habrá que encontrar una ecuación entre el mutismo y el «sincericidio» (si se me permite este neologismo).

¿Qué decir y qué no?

Ni todo ni nada. Lo que vemos es que cuando una pareja se anima a traspasar ciertos límites secretos proporciona alivio en principio, mayor intimidad y crece el sentimiento que ya existe.

A veces uno de la pareja no quiere revelar cierto temor personal y, cuando lo hace, encuentra en el otro un reflejo (porque le pasa lo mismo) o una contención y mayor comprensión.

Es de valientes mostrar las miserias personales. Si queremos una pareja significativa, si queremos una vida más intensa, si queremos ser más íntegros y más felices, habrá que animarse a avanzar.