El 50% de personas (entre los 20 y 35 años) en las grandes ciudades occidentales viven por su cuenta, son «solteros» (algunos viven con otra persona sin hacerlo oficial, sin estar casados), y las mujeres que se divorcian no suelen volver a casarse.
Sin embargo, según las estadísticas, la mayoría de las personas se casan, pese a lo que dicen cuando son jóvenes. ¿Por qué? ¿Qué consiguen estando casados que no tendrían viviendo juntos? Si somos realistas, lo cierto es que vivimos en una sociedad que, de mil pequeñas maneras, nos presiona cada día para que nos casemos oficialmente y tengamos hijos; el mensaje es que así estaremos más seguros, la sociedad nos aceptará y «haremos felices a nuestros padres». Las mujeres reciben más presiones que los hombres, y desde muy temprana edad.
Por otro lado, algunos afirman que, ahora que es posible el divorcio, el matrimonio no es tan serio como antes; que es hipócrita casarse si el matrimonio no es «para siempre» y que, por tanto, es mejor vivir juntos. Otros dicen que el hombre, cuando se casa, renuncia a su independencia y se convierte en esclavo de familia (pierde su personalidad), así que es mejor vivir juntos sin casarse.
¿Y que hay de la felicidad? ¿Una pareja tiene posibilidades de ser más felices si se casan o si deciden vivir juntos?
Depende; dado que las ruptura es más fácil si la pareja no está oficialmente casada, eso puede causar inseguridad y, por consiguiente, discusiones y falta de confianza, es decir, hacer que una pareja sea menos feliz; los dos miembros pueden sentirse quizá mas seguros si están oficialmente casados y confiarán mas en el uno o en el otro. Por otro lado, una minoría insiste en que se sienten más amados cuando viven en pareja sin estar casados, porque tienen la certeza de que la otro persona permanece en la relación porque quiere, y no porque un papel le obligue a ello. Por último, algunos afirman también que, si dos personas viven juntas y no están oficialmente casadas, pueden sentirse más capaces de construir una nueva igualdad, porque el hecho de estar casados puede hacer que los miembros de una pareja tal vez se sientan más seguros y relajados, pero también «menos ellos mismos», menos libres, y más presionados a asumir los papeles que la sociedad pretende imponer a las «madres» y los «padres», a los «maridos» y las «esposas».
En realidad, podemos acabar siendo felices de cualquiera de los dos modos. Lo importante es la calidad de la relación: lo que todos necesitamos en una relación con otra persona es una sensación de amor, admiración y respeto; que el otro nos dé cariño, confort e inspiración, además del placer de nosotros también dar lo mismo, porque vemos que al otro también le hace feliz. Cómo construir esas relaciones (casados o no) es el interrogante al que nos enfrentamos ahora como sociedad.