Es uno de los grandes momentos en cualquier relación: conocer a la familia de tu pareja. Una situación en la que se disparan las suposiciones y prejuicios, que puede ser tan armoniosa como infernal y que, sin duda, marcará un determinado aspecto de nuestra relación porque, tal y como dicen, cuando te casas con alguien lo haces con su familia.
¿Cierto o quizás no tanto? En todo caso, ¿qué podemos hacer si hay mala relación con la familia de nuestra pareja?
Los padres de él
Hay quien dice que, llegados a cierta edad, desprenderse de la mayoría de las influencias paternas es lo mejor para seguir avanzando y, especialmente, amar mejor. Sin embargo, si este no es el caso y tu pareja está demasiado arraigada a su familia, posiblemente esto suponga un obstáculo indiferentemente de si nos llevemos bien con esas personas o no.
Todo comienza con esa mítica comida familiar en la que, además del padre y la madre, también conocemos a nuestras cuñadas y cuñados, sobrinos, primos y un largo etceterá. Está claro que este primer encuentro no nos va a permitir sacar todo el partido pero sí puede sentar las pautas de esa futura relación.
Si hemos caído en gracia y simpatizamos con la familia de nuestra pareja no hay ningún problema, pero si, por otra parte, denotas ciertos aires despectivos, reuniones en las que no cuentan contigo, constantes llamadas de teléfono a tu pareja y, claramente, notas que no le caes bien a la familia de tu novio ni ellos a ti, hay ciertos modos de sortear la tormenta.
En primer lugar, debemos permitir que nuestra pareja disfrute de su familia siempre que esta no interceda demasiado en nuestra intimidad. Mientras podemos interpretar nuestro particular y cordial «papel», el cual no nos quitará más de algún que otro encuentro dominical en familia, aunque esta no sea la mejor pauta a desarrollar de cara a un futuro.
Por otra parte, en un primer encuentro pueden faltar muchos aspectos por pulir, por lo que proponer un café a nuestra suegra o cuñada, una sesión de shopping o, simplemente, buscar un hueco en esa reunión para salir a trotar por los alrededores o preparar la comida juntas puede ser un modo de dar a conocer la mejor parte de ti y crear un vínculo lejos del condicionamiento que supone tener a tu pareja (y su hijo o hermano) en medio de todo.
Si llegado el momento le hacemos ver a nuestra pareja que no queremos tener mucho que ver con su familia, aunque le duela, esto no tiene por qué impedir que él quiera pasar ciertos momentos con su familia. Nada es perfecto, pero el equilibrio es posible. Eso sí, mantén la cordialidad, no te rebajes y humilles, sé tú misma y no permitas que nadie gire la tortilla ni trate de influenciar a otros con su particular visión sobre ti.
Algo que hay que tener claro desde el primer momento es que, de primeras, la opinión de tu familia politica cuenta primero. Tú eres solo una, una suegra llega tras de sí una legión que empatizará con ella y, para según que cosas, más con tu marido que tú misma. Sólo en teoría.
«No sin mi hijo»
Otra típica situación es que le hayamos caído demasiado bien a nuestros futuros suegros y estos intenten por todos los medios tener controlados a su hijo y novia, bien por mera protección familiar o por un deseo inconsciente de compartir experiencias con ellos.
En esta situación suele suceder que la pareja apenas encuentra momentos de intimidad y se ven constantemente condicionados por constantes reuniones familiares, llamadas y, lo peor, las visitas inesperadas. Concienciar a tu pareja de que posiblemente haya que dialogar con su familia para sentar ciertas pautas o hacerles ver que la vida en pareja bien merece su intimidad, tiempo libre y una cierta independencia de la familia ayudará a muchos padres a comprender a un hijo que, posiblemente, aún creían demasiado pequeño e indefenso.
La impulsiva intervención de la familia política en nuestra vida o una simple antipatía entre ambas partes son dos de las peores situaciones que pueden surgir tras este importante encuentro. Sin embargo, debemos mantener el equilibrio entre nuestros ideales, los de nuestra pareja (o quizás matizarlos) y la visión de su familia.
Muchas veces surge esa indeseable situación en la que no nos llevamos bien con la familia política, ante la cual no debemos andarnos con tretas ni juegos sucios sino, simplemente, respetar todos los puntos de vista, a veces jugar un papel, otras ser cordial y, si de verdad te interesa llegar a buen puerto, tratar de labrar una buena relación.