Un excelente aseo bucal
Esta es la regla número uno, pues no hay nada más espantoso que usted se acerque a darle un beso a alguien y se encuentre con un pésimo aliento o una deteriorada higiene bucal. Tampoco es nada grato ver dientes amarillos, producto del cigarrillo. Así que empiece porque su sonrisa atraiga al sexo opuesto. No se descuide.
Nada de excesiva salivación
Es importante que usted tenga en cuenta este requisito. No hay nada más desagradable que usted sienta tras un beso una transfusión de saliva. Podría trasbocar al sentir cómo su boca queda totalmente inundada tras un beso. Adicional a esto, que la persona que tiene frente a usted le deje todo el mentón bañado y no solo el labio superior sino casi las fosas nasales, sería para salir huyendo. Después de ese molesto y nada mágico momento, usted querrá salir corriendo a lavarse la cara o gritará pidiendo auxilio: ¡un pañuelito por favor!
Estará quien no pueda disimular un segundo y se limpie de inmediato con la mano toda la saliva que le dejó en el rostro.
¿Ojos abiertos?
No hay nada más incómodo que verse frente a frente, a tan solo unos milímetros de distancia, abriendo y cerrando la boca, tras un beso. Quizá de haberlo hecho alguna vez habrá tenido que contener la risa y evitar que su pareja no lo descubra. Y es que la imagen que queda frente a usted suele ser demasiado cómica. Pero seguro a quien esté concentrado en el beso, prácticamente flotando tras ese momento, le resulte una falta de respeto o burla. Así que es mejor que usted cierre los ojos y en ese momento le dé toda la importancia al sentido del gusto. Adiós a la vista.
Sólo la boca, no es una succión
Por favor, que su boca no sea como la del Guasón. Recuerde que el primer beso debe ser discreto, sutil, y no que termine succionando además de la boca, la nariz de la persona que tiene al frente. Esta es una invitación al autocontrol y a no abrir de manera exagerada su boca.