Luego de Japón, Singapur fue el primer país en experimentar el brote. ¿La infección? La Kittymanía.
En el año 2000, un déficit de juguetes de la querida gatita en un restaurante fue la causa de violentos disturbios en los que afloraron los más bajos y violentos instintos. Siete personas resultaron heridas y tres acabaron en el hospital. Y eso solo fue el inicio.
Al día de hoy, lo que queda de nuestra especie, tanto niños como adultos, han convertido a «Kitty Chan» tal y como se la conoce en Japón, en una de las imágenes gráficas más reconocidas de la Tierra.
Hello Kitty cumplirá 40 años este otoño y ahora ya se entiende que fue el caballo de Troya para el dominio mundial de la «cultura de la ternura» japonesa.
De Marrakech a Honolulú, la omnipresente gatita del lacito rojo sigue teniendo un puesto privilegiado en los estantes de cualquier juguetería.
Al hacer una búsqueda de Mickey Mouse en Google, se obtienen 23 millones de resultados. En cambio, busque a Hello Kitty y hallará a la gatita, básicamente una ilustración sin ningún texto, con derechos de autor y con 10 millones más de resultados.
Abundan las guitarras y las lápidas con forma de Hello Kitty. Este famoso felino, dibujado originalmente por el diseñador japonés Yuko Shimizu pensando en niños de guardería, ha sido adoptado como icono estilístico por celebridades como Lady Gaga.
Por sorpresivo que parezca, Kitty ha alcanzando tal dominio internacional con muy poca publicidad.
Ahora Hello Kitty aparece en más de 50.000 productos que se venden en más de 70 países; la marca vale US$7.000 millones. La empresa que detenta los derechos de propiedad, Sanrio, tiene ingresos de unos US$759 millones anuales solamente por la gatita.
La pregunta entonces es: ¿por qué nos hemos convertido en presas de este felinito?
El atractivo de Kitty es que es una hoja en blanco a nivel emotivo.
«Kitty se siente como tú te sientas», dice Roland Nozomu Kelts, autor de «Japanamerica: How Japanese Pop Culture Has Invaded the US» (Japonamérica: Cómo la cultura pop japonesa invadió EE.UU.)
«Somos nosotros los que nos proyectamos sobre esta gatita sin boca e inexpresiva, lo que la convierte en el juguete o muñeco interactivo perfecto, o en una buena herramienta de mercadeo, en tiempos en que la interactividad no es solo algo buscado, sino que se da por sentado», explica Nozomu.
El poder de una gata
«Hello Kitty representa el profundo deseo de todas las personas, sin importar su raza o nacionalidad, de sentirse alegres y ser felices sin necesidad de explicarlo a un nivel intelectual profundo», dijo el gerente de relaciones públicas de Sanrio, Kazuo Tohmatsu.
«Hello Kitty no te juzga. Ella te permite experimentar lo que sientes en un momento sin obligarte a preguntar el por qué».
Sanrio ha hecho una fortuna concediendo licencias del personaje a una serie de otras empresas que se dedican a vender productos con la imagen del personaje.
«Muchos de los productos Hello Kitty son fácilmente accesibles y pueden ser incorporado con facilidad a la vida cotidiana, para experimentar la ‘cultura de la ternura’ que representa la marca de distintas maneras», dice Michelle Nguyen, quien tiene licencia de este personaje para su compañía Chubby Bunny Accessories.
Es por ello que la revista Forbes calificó a Hello Kitty como uno de los productos de entretenimiento licenciado de mayor éxito de ventas.
Kitty se ha hecho tan famosa que, incluso, ha sido elegida representante diplomática japonesa y embajadora turística oficial para China y Hong Kong, en 2008.
Todo forma parte de una campaña para impulsar el poder cultural de Japón en el mundo, mediante una campaña promovida por el estado llamada «Japón Cool».
Promocionando los manga (cómics japoneses), las caricaturas estilo animé y otros aspectos de la cultura pop japonesa, esta iniciativa surgió cuando a los casi siempre aburridos burócratas japonesas se les ocurrió que la exportación cultural les podría ayudar a rellenar el vacío creado tras el casi total desplome de la marca Japón en los años 1990.
Dejaron de promocionar las ceremonias tradicionales del té. La cultura pop del país se convirtió en el emblema de las empresas japonesas.
Las mercancías más antiguas y menos «cool» les recordarían a los japoneses la arrogancia y el estallido de su burbuja económica, que se llevó por delante al Japón «macho» del mundo de la alta tecnología.