En el barrio de Robin Williams en el norte de California, lejos de los focos y el glamour de Hollywood, una comunidad entristecida y conmovida recuerda a un hombre sencillo al que le gustaba montar en bicicleta y que saludaba y se paraba a conversar con los vecinos.
«Todo el mundo lo quería, pero nadie le importunaba. Vivía de forma anónima y guardaba su intimidad», dijo Johanna Denning, vecina que veía a menudo a Williams montando en bicicleta entre las casas de una planta que dan a la bahía de San Francisco.
Sonja Conti dijo que el actor ganador de un Oscar a menudo le preguntaba sobre su perro, al que llamaba «Dude» (tío). Tener a Williams en el vecindario «no era como tener a un famoso. Era un tipo normal, agradable», dijo. «La gente lo dejaba en paz».
La pena y la conmoción han inundado a familia, amigos, los pesos pesados de Hollywood y al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pero la muerte de Williams pasa una factura personal en los vecinos, a quienes gustaba su atolondrada gracia y su forma de vida libre del séquito de otras estrellas.
Muchos expresaron el lunes su sorpresa por el hecho de que un hombre que parecía tan animado y afable que a menudo sonreía y saludaba a los niños en la calle hubiera decidido aparentemente quitarse la vida.
Williams, que fue hallado muerto en su casa, sufría depresión severa, dijo en un comunicado su agente, Mara Buxbaum. El actor de 63 años se había referido en repetidas ocasiones a sus problemas con el alcohol.
TIBURON EEUU (Reuters)