La tartamudez es un handicap invisible que sufren un gran número de personas. ¿Deben estas personas vivir con esa limitación hasta el final de sus días, y disimular el problema de la mejor manera posible? No, dicen los especialistas, que aconsejan un tratamiento plural, profesional y tan precoz como posible.
La importancia de detectarlo a tiempo
La tartamudez aparece, generalmente, entre los 2 y los 6 años de edad, y concierne aproximadamente a un 5% de los niños. La mayoría deja de padecerla en la edad adulta, ya que estos problemas pueden estar relacionados con el aprendizaje de la palabra y, por lo tanto, ser algo transitorio; un poco como el niño que aprende a caminar que, durante algunos meses, se cae y pierde el equilibrio.
Pero, contrariamente al aprendizaje del andar, estas primeras dificultades de locución no se deben tomar a la ligera. En este caso, se trata de reaccionar a tiempo; pero ojo, esto no significa forzar al niño tras una palabra mal dicha, sino más bien comprender la tartamudez y la dificultad que representa para el pequeño, de forma que podamos acompañarlo correctamente.
No debemos presionar al niño: tiene derecho a decir determinadas palabras con dificultad, especialmente si las está aprendiendo, pero hay que vigilar el problema bien de cerca, para ayudarlo y permitir que viva el asunto de la forma más serena posible. De lo que se trata es de evitar que se sienta el «patito feo» del cuento.
Para ello, se trabaja sobre la angustia del pequeño, pero también sobre la actitud de los padres. Si la familia reacciona bien, el niño no va a encerrarse en el tabú y en una lucha permanente contra su cuerpo para no tartamudear. Se trata de evitar que adopte actitudes reaccionales limitadoras, es decir, esas reacciones que el tartamudo establece para esconder sus dificultades ya que son contraproducentes, puesto que corren el riesgo de instalarse en el adulto de por vida.
¿Cuál es la actitud correcta de los padres?
Conviene acudir al ortofonista en el momento en el que los padres empiezan a preocuparse. Esto es especialmente importante, porque la preocupación conlleva un cambio en los patrones de comunicación de padres a hijos: a menor distensión en el habla, evitamos que los pequeños se sientan cómodos y hagan preguntas, de forma que el desarrollo en otras áreas no es el mismo.
El objetivo principal es reducir todos los factores de estrés que dificultan la palabra en el niño. Para ello, se comienza por ver lo que dificultad la fluidez de la palabra en el niño. También conviene interesarse en el modo de comunicación que existe en la familia. Los modos de interacción pueden conducir al niño a cierta presión. Si la palabra se convierte en un instrumento para decir cosas de las que no se quiere hablar, esta no se utilizará con relajación.
Para evitar esta presión, el ortofonista aconseja darse tiempo para que el lenguaje sea también un instrumento para desarrollar la imaginación, para reír y para disfrutar. En realidad, se trata de aprender a disfrutar utilizando la palabra.
A los padres se les invita a crear momentos de comunicación relajada con su hijo. Normalmente, se vive bajo un ritmo de vida intenso, y por eso se aprecian esos momentos de serenidad que pasan en familia, donde la palabra no es el centro del encuentro.
Estos son algunos consejos para superar la tartamudez: sin duda alguna, es un problema en la comunicación que puede solucionarse de forma fácil, siempre que se realice a tiempo. ¿Has sufrido este problema? ¿Cómo lo has superado?