La autoestima es la opinión que tienes de ti. Algunas personas se tienen en un alto concepto; son esas que se creen valiosas y capaces. Otras, por el contrario, sufren del síndrome de «poca cosa» se sienten inseguras e inferiores a los demás.
Las primeras suelen vivir relajadas y felices y, sobre todo, con más éxito que las segundas, pues se sienten capacitadas para enfrentar los retos de la vida y merecedoras del éxito. Salta a la vista que tener un sano nivel de autoestima es vital para el bienestar total. Para fortalecerla y elevarla:
1. Refuerza la voz positiva
Haz una lista de las cosas que haces bien, tus talentos o aptitudes y tus mejores cualidades. Nada es insignificante: «Sé escuchar»; «Soy amigable»: «Tengo facilidad para los números»; «Cocino muy bien». Repásala todos los días. Recuerda: la baja autoestima es el resultado de concentrarte en los signos de menos (reales o imaginarios), no en los de más. Este paso te ofrece una perspectiva más amplia.
2. Aprende a tratarte con respeto y consideración
Cultiva tu bienestar total. Para ello debes conocerte y saber qué necesitas para sentirte una persona realizada y feliz. ¿Comenzar un plan de ejercicios? ¿Cortar con una relación tóxica? ¿Capacitarte para un mejor puesto en el trabajo? ¿Invertir más tiempo en tus pasatiempos favoritos? Hacer el esfuerzo de llenar tu vida de todas esas cosas que te nutren en mente, cuerpo y espíritu, es un paso importante para sentirte un ser valioso y merecedor del respeto propio y ajeno.
3. Escucha tu monólogo interior
¿Qué te dices cuando intentas algo nuevo, si cometes un error o incluso al recibir un elogio? Tal vez «No sirvo para esto»; o «Ella dice eso porque no me conoce». Préstale atención a tus pensamientos, pues estos te revelan la opinión que tienes de ti; ellos son la base de tu autoestima.
4. Aprende a identificar la voz negativa
Ahora que tomas nota del constante monólogo interno, aprende a reconocer a ese crítico. Quizás es un eco de alguien en tu pasado, un familiar o maestro que tú has interiorizado. Es ese que generaliza: «Siempre te equivocas»; o el que te etiqueta: «Eres un/una…».
5. Desmiente y contra-ataca
De acuerdo con los sicólogos, reconocer la voz de ese crítico interior es la mitad de la batalla. Ya estás consciente de lo que te dices y del efecto que esto tiene en ti. Ahora puedes desmentirlo: «No es cierto que siempre me equivoco». Acto seguido, recuerda todas las veces que NO te equivocas.