¿Es bueno o malo estar solo?

La soledad suele ser temida por cada uno de nosotros. Bien tras una ruptura amorosa que nos devuelve a ese mundo desconocido y nos pone en situaciones en las que, curiosamente, echamos de menos un futuro donde esa persona colma todas nuestras necesidades o bien aquellas en las que la soledad es un particular modo de vida.

Sin embargo, la respuesta a la pregunta de si es bueno o malo estar solo está llena de matices y una esencia que quizás algunos desconocían.

Soledad y libertad

La soledad es el estado natural de todo ser humano. Nacemos y morimos solos aún estando rodeados de gente, crecemos y vivimos etapas en las que sentimos la sensación de ser extraños entre la muchedumbre. Esto puede significar que es el momento de cambiar, quizás mudarse, ampliar el circulo de amigos o básicamente reinventarse porque, ¿acaso podríamos hacer todo esto estando en pareja?

Tenemos el mundo a nuestros pies, piénsalo bien.

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También se dan situaciones en las que nos creemos incomprendidos pero, ¿acaso nosotros mismos nos entendemos? La soledad es bella porque nos permite reflexionar, conocernos algo más a nosotros mismos, evaluar qué hicimos mal o qué no toleramos en nuestra última relación y aplicarlo en la que vendrá. Obviamente estos pensamientos no deben repetirse constantemente sino utilizarlos para moldear nuestro pensamiento y actitud desde ahora mismo y hacia un futuro siempre mejor.

Sin embargo, la soledad es tan temida que nos privamos de conocerla cara a cara, buscando de forma desesperada a esa persona de la que, posiblemente, no estemos enamorados. El desenlace de este tipo de situación supongo será conocida por muchos de ustedes.

Todos los excesos son malos

Hay personas que toman por crónica una soledad indeseada por el simple hecho de que tampoco se han permitido conocerla de una forma más cruda o crucial. Por muchos viajes, amigos o experiencias, siempre se sentirán solas y esto puede deberse a dos motivos; bien porque hay algo en ellos mismos que nunca han llegado a resolver, o bien, porque hay personas que necesitan explorar la libertad del mundo, y es precisamente esta la que nos puede privar de cierta estabilidad.

Por otra parte, la soledad no debe ser confundida con aislamiento, una confusión recurrente y equívoca, pues el aislamiento significa alejarse para proyectar nuestra frustración contra un mundo que creemos enfadado con nosotros. Y esto es lo que puede ocurrir si convertimos la soledad en algo excesivo.

Como todo en la vida, cualquier estado alargado de forma innecesaria es malo, y la soledad debe alternarse con otras cosas, pocas pero buenas amistades (el solitario siempre es selectivo), un viaje entre curso y curso, un empleo enriquecedor o actividades que nos plazcan. Sólo alcanzando este equilibrio entre soledad y vida social podremos encontrar el modo apropiado de evolucionar, que no involucionar.

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Saber si la soledad es buena o mala sólo depende del enfoque o lado positivo que extraigamos de ella. Pues, si bien todo exceso puede conducirnos a un pozo sin salida, la soledad debe disfrutarse para descubrir qué esperamos o queremos del mundo, de las relaciones, de nosotros mismos. Porque, realmente, soledad es libertad.