Tus padres ya pasaron por la edad que tú atraviesas ahor. Ellos ya aprendieron mucho de lo que tú todavía estás aprendiendo. Limaron su carácter al contacto con la vida y adquirieron un saber estar que probablemente a ti todavía te falta.
Por eso, aunque te resulte paradójico, les cuesta aceptar tus errores y tus deslices más evidentes. Se dan cuenta de que tú tendrás que pasar por el mismo proceso que ellos. Quisieran llevarte a la meta de un empujón. De ahí que a veces se crispen contigo, en una actitud en la que se mezclan el amor y la impotencia.
En cualquier caso, quizá si tienes en cuenta lo que sigue, conseguirás facilitarles las cosas:
Se puede confiar en tus padre, ¿no es cierto? Ellos te han alimentado, te han cuidado y te han traído hasta aquí, hasta el presente de tu adolescencia. Por eso ellos, más que nadie, esperan tu respeto, tu gratitud y tu cariño.
Dices: «Definitivamente, no comprenden». Y tal vez no te falte razón: Ellos se encuentran en una fase vital distinta, con su propia problemática. Con todo, también tú puedes intentar comprenderlos. Acaso entonces descubras que te comprenden más de lo que te imaginabas.
«Me trajeron al mundo sin consultarme». (Por cierto, ¿se lo has agradecido alguna vez?) A ellos, les ocurrió lo mismo. De cualquier modo, mientras estés en su casa, ganarás mucho si respetas su normas en cuanto a los horarios, conducta, dinero, etc. Así mitigará su ansiedad por tí. Y tu autodisciplina, tan útil en tus años venideros, se verá acrecentada.
Sé, pues, rebelde con causa. No saltes al más mínimo pretexto. Y si eres víctima de algún agravio, admite que no es mayor la injusticia por el hecho de que la recibas que cuando eres tú quien la comete. Aprende a distinguir entre lo leve y lo intolerable. E igual que te gusta que ellos pasen por alto algunas de tus manías, sé tu tolerante con las suyas. Cuando te acostumbres, tolerarás incluso que ellos no siempre te toleren a tí.
Ante todo, nunca los desafíes. Son tus padres. Y es bueno que comprendas la necesidad que tienen de mantener el principio de autoridad pateno. Ellos quieren poder seguir haciendo cosas contigo: comunicarse, ayudarte, protegerte -ya de modo menos evidente, pues vas aprendiendo a vivir-. Pero para ello necesitan que sigas confiando en su experiencia, todavía mayor que la tuya. Por todo esto, sin perder tu espíritu crítico, harás bien si admites su preeminencia y no les das desaires.
Estas en la edad de la amistad. Muy posiblemente, nada te apasione tanto como la relación con tus amigos y amigas, con ellos te sientes en plano de igualdad, compartes intereses y aflicciones. Pero te equivocas si de dejas llevar demasiado por el grupo. Tanto tú como ellos os encontráis en periodo de transición, con lo cual vuestra visión de la realidad puede ser cambiante. Así pues, aunque solo sea parcialmente, toma en consideración el criterio de tus padres.
¿Les pides alguna vez consejo y orientación? Si lo haces, notarás que vuestra relación se vuelve más estrecha. Y si no lo hacer ¿a qué esperas? Tal vez te parezca un tanto incómodo, pero ¿no es cierto que saben más que tú de un buen número de cosas?
«¿Saludar siempre…? ¡Qué aburrido! Y además, ¿para qué?». Tienes razón, saludarlos con una sonrisa cada vez que llegas y te vas, desearles una jornada feliz o un buen apetito, resulta tedioso y rutinario…, sobre todo si lo haces pensando en tí. Pero hazlo por ellos. Además, ¡es tán facil!
A veces los manipulas… sabes, o intuyes, que como te quieren tanto, si eres lo bastante listo te saldrás con la tuya. Cuanto más hacen por tí, cuanto más velan por tu vida, cuanto más te miman… tal vez sin darte cuenta, menos los respetas. Pero «extorsionar» a quien te quiere no es un acto muy noble, ¿verdad? Más vale, entonces, que no pretendas ganar siempre.
En ocasiones juzgas duramente a tus padres. Y no siempre te falta razón: a veces pueden haber actuado autoritariamente o incluso de forma injusta, y hay momentos en que llegas a creer que no te quieren de verdad. Eso puede desatar en tí un rechazo hacia ellos. Cuando te veas tentado a pensar así, será de utilidad que efectúes este ejercicio de imaginación: se trata de ponerte en su lugar, con sus circunstancias y sus quebraderos de cabeza. Seguro que después contemplarás la situación de una manera más realista.
Ayúdalos. Tú todavía los necesitas, pero ellos, a medida que se hacen mayores, te necesitan a tí cada vez más. Colabora con ellos en casa. Bríndales el apoyo moral que esperan de tí. Que te vean alegre a su lado. Y no olvides que tienen derecho a sentirse orgullosos de sus hijos… sí, por muy pronto que te decidas a ayudarlos, ellos siempre te llevarán la delantera.
Por favor, exprésales tu cariño. Es decir, jamás pienses que ya los quieres bastante. ¿Es que han puesto ellos alguna vez un límite a su amor por tí?