Caminar es uno de los ejercicios más beneficiosos para mantenerse en forma. Conviene sacarle provecho a la marcha en vacaciones y fines de semana, practicándola de forma más intensiva. No hay necesidad de ser un gran deportista o de inscribirse en un club de marcha, ya que se trata de una disciplina fácil y ofrece numerosos beneficios para la salud.
Beneficios para el corazón
La marcha es un esfuerzo aeróbico, es decir, de resistencia y de fondo. Su práctica obliga al músculo cardíaco a trabajar más, aumentando su fuerza de contracción. Siendo más resistente, el corazón late a menor velocidad durante el esfuerzo y durante el reposo. El flujo de sangre en el organismo, bajo el impulso del corazón, mejora. Con eso se procura una mejor oxigenación de los músculos y de los órganos, y aumenta la capacidad respiratoria.
La marcha contribuye también al control de la hipertensión arterial, de la diabetes y el colesterol, evitando los factores de enfermedades cardiovasculares. Por ejemplo, para prevenir la diabetes de tipo 2, la Organización Mundial de la Salud recomienda treinta minutos de ejercicio de intensidad moderada al día.
Una silueta tonificada, huesos más fuertes
La marcha estimula la circulación venosa, flexibiliza las articulaciones y refuerza los músculos de las piernas, de los muslos y de las nalgas. Contribuye regulando el apetito y el peso: más allá de los treinta minutos de marcha constante, los músculos comienzan a sacar las grasas de su reserva. La marcha participa también en el aumento de la masa ósea, combatiendo la osteoporosis.
Para sacar provecho de los beneficios de la marcha, se recomienda una práctica diaria a un paso constante, por lo menos cinco o seis kilómetros a la hora.
Descubrir la marcha nórdica
Al principio era un método estival de entrenamiento para esquiadores de fondo, ante la ausencia de nieve. Adaptada después para el gran público, se trata de una actividad de mantenimiento con una duración de una hora y media, diez minutos de calentamiento y diez minutos de estiramientos al final.
Su particularidad: la utilización de palos de carbono, material que absorbe las vibraciones y que permite trabajar los brazos y el conjunto de todo el cuerpo. Con este sistema de marcha se trabaja dos veces más los músculos que en la marcha clásica.
La utilización de los palos endereza la postura y abre la caja torácica. El peso del cuerpo se reparte sobre los palos, lo que supone un peso del 30% menos en las caderas, las rodillas y los tobillos.
Se trata de un reparto menos fatigoso durante el esfuerzo para el organismo, lo que permite acelerar el paso e intensificar el trabajo cardiovascular: una hora y media de marcha nórdica equivale a cuatro horas de jogging.