Este viernes se cumplen 25 años de una de las muertes de famosos más recordadas (y una de las que, quizás, ha provocado el surgimiento del mayor número de teorías conspiranoicas para explicarla): nos referimos al suicidio -¿o el asesinato?- de Kurt Cobain el cinco de abril de 1994.
El líder de Nirvana fue encontrado muerto por un electricista en su casa en Seattle (EEUU) tres días después de haberse quitado la vida. Tenía un arma, una herida en la barbilla y una nota de suicidio, según el informe del departamento de Policía de la ciudad. Dejaba atrás una esposa, la cantante Courtney LoveFrances Bean Cobain, y una carrera que en poco más de una década le había llevado a convertirse en uno de los grandes iconos de la música del siglo XX. Tenía 27 años y se unía así a la macabra lista de celebrities que habían muerto a esa edad, como Jim Morrison, Jimi Hendrix o Janis Joplin.
En la carta de suicidio del artista se podía leer una cita de una canción de Neil Young: "Es mejor consumirse rápidamente que desaparecer poco a poco". Sin embargo, lo cierto es que el último y definitivo descenso a los infiernos de Cobain no había sido sorprendente, ni fruto de una decisión repentina: se había iniciado a más de 9.000 kilómetros de distancia, dos meses antes de que decidiese llevarse el cañón de una pistola a la barbilla.
EL INCIDENTE DE ROMA
El uno de marzo de 1994, Nirvana se subió al escenario por última vez, aunque eso todavía no lo sabía nadie. Lo hizo en el Terminal Einz de Múnich (Alemania), un estadio con capacidad para 3.000 personas donde la banda había ido a parar por la gira promocional de su tercer disco, In Utero.
Kurt Cobain acabó en un hospital de Roma (Italia) tras consumir 'accidentalmente' un cóctel tóxico de alcohol y tranquilizantes tras una noche con Love, pocos días después de que se le hubiese diagnosticado bronquitis y laringitis. Las fechas restantes del tour fueron canceladas y la pareja volvió a Seattle, donde dos semanas más tarde la esposa de Cobain tuvo que solicitar ayuda a la Policía explicándoles que el frontman se había encerrado en el baño de su casa con una pistola.
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A finales de marzo y tras una intervención en la que participaron familia y amigos, el cantante accedió a apuntarse a un programa de desintoxicación del centro de recuperación Exodus de Los Ángeles (EEUU). El uno de abril, desapareció. Se fugó del centro y volvió a Seattle. Ni familia, ni amigos, ni siquiera el investigador privado que contrató Love a tal efecto pudieron encontrarle a tiempo.
¿ASESINATO O MUERTE? A pesar de que Kurt Cobain tendía a la depresión, padecía de diversas dolencias crónicas, abusaba de los psicotrópicos y, por si eso fuera poco, había tenido varios intentos de suicidio, muchos han sido los que llevan tratando de explicar su muerte como un asesinato más de dos décadas.
Como sucedió con Yoko Ono tras el asesinato de John Lennon (o, más recientemente, con Ariana Grande y la muerte de Mac Miller), una de las señaladas como 'grandes responsables' de la muerte del artista es su esposa, Courtney Love: hay quien cree que Love le asesinó -o le empujó a quitarse la vida- porque Cobain se quería divorciar, o para quedarse con su fortuna (a pesar de que Love era la líder de The Hole, una banda que si bien no es tan histórica como Nirvana, sí que gozó de un éxito más que respetable).
Hay personajes que incluso optan por culpar a los servicios secretos estadounidenses de la muerte del artista. El escritor John Potash enmarca la muerte de Cobain en una suerte de conspiración de la CIA contra la expansión por EE.UU. de la ideología de izquierdas y de las drogas.
Las muertes de los famosos siempre han ejercido una extraña fascinación sobre el público, ya sea por la rabia que provoca el ver desaparecer a una persona inspiradora, porque se acaban convirtiendo en ejemplos admonitorios de a dónde puede llevar una vida de excesos, o por pura curiosidad mórbida. El suicidio (o muerte) de Cobain, que tuvo un poquito de las tres, le ha acabado convirtiendo en inmortal.