No hay látigos a la vista, gritos ni espuelas. Ni siquiera una mano firme en las riendas, pero Martín Tatta consigue de alguna forma que su querido Milonga le regale proezas acrobáticas, desde paradas de mano hasta otras poses más extraordinarias que ni siquiera los caballos mejor domados son capaces de realizar.
Ayudándose solamente con toques delicados, un engatusamiento amable y unos cuantos arrumacos, parece que Tatta de 33 años es capaz de influir en sus corceles para que hagan casi cualquier cosa. En el pueblo argentino de San Antonio de Areco, un bastión de la cultura gaucha en las afueras de la capital, Buenos Aires, Tatta es conocido como «el encantador de caballos».
«Para mí es algo natural. Nadie me enseñó. Lo aprendí por mí mismo» , dijo Tatta en una entrevista para The Associated Press. Hace 11 años, un ranchero de la zona quedó sorprendido con la forma en la que Tatta domaba a los caballos sin necesidad de la fuerza, por lo que le sugirió que diera actuaciones para los turistas. Desde entonces, Tatta ha viajado por el mundo exhibiendo su don con los caballos.
Tatta insiste en que cualquiera puede hacerlo, si es lo suficientemente paciente y cariñoso. Sin embargo, el veterano domador de caballos Alberto Nally, de 70 años, quien es uno de los gauchos con más experiencia de la comunidad, no está de acuerdo. Nally asegura que ningún otro gaucho tiene el toque delicado de Tatta.
«Apenas parece que esté haciendo algo, por eso es tan especial» explica Nally. «He visto a otros domadores recurrir a las riendas y manipular la cabeza de los caballos hacia atrás y hacia adelante, pero no Martín. Él es firme y suave y consigue trabajar con ellos. Tiene un don. Ha nacido con él».
Los gauchos son la versión argentina de los vaqueros estadounidenses, fácilmente distinguibles por su estilo de vestir, sus sombreros peculiares, su costumbre de beber mate, sus cinturones de plata y sus perneras de cuero. Históricamente han sido vistos como una especie de forajidos estoicos, ellos mismos una especie difícil de domar.
Un gaucho sin caballo simplemente no es un gaucho, explica Andrea Vigil, directora del histórico Museo del Gaucho, en el mismo poblado. Para ella está claro que Tatta es un fuera de serie. Básicamente, lo que Tatta consigue es domar a un caballo salvaje «sin necesidad de utilizar el uso de la fuerza bruta, más bien todo lo contrario, lo consigue de un modo íntimo y delicado, sin que por ello carezca de disciplina, de forma que casi sin que usted se dé cuenta consigue cosas maravillosas».
«No se trata de luchar con el animal. No, en realidad todo es muy sereno y pacífico» explica Tatta. «Recuerdo una vez que llegaron unos turistas y me vieron hacerlo. Cuando terminé con el caballo una mujer rompió a llorar, y entonces me dijo: ‘Martín, no puedo creer lo que he visto’. Yo le dije ‘no llore por favor. ¿Por qué llora?’ Y me dijo ‘Usted no sabe lo que mueve dentro cuando interactúa con estos animales»’.
SAN ANTONIO DE ARECO, Argentina (AP)