Por qué la imagen de dos hombres besándose es ofensiva

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Hubo en la gala de los Goya celebrada el pasado sábado y emitida por RTVE ante una audiencia de 3.086.000 espectadores dos planos de hombres besándose en la boca. Uno fue natural y espontáneo: el de Mikel Serrano (ganador del Goya a la Mejor Dirección de Arte por Handia) y su marido Stefan, al que dedicó el premio. Otro fue entre los dos presentadores de la gala, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, dos hombres heterosexuales que durante el sketch en el que se incluyó el beso aparecían caracterizados como si se acabasen de hacer un estiramiento, de maquillar excesivamente y de insertarse colágeno en los labios. Ese beso entre dos hombres heterosexuales, en pleno 2018, pretendía hace reír.

 

El caso no es aislado. El beso en la boca entre hombres heterosexuales es una gracia que se ha repetido durante décadas, que en algún momento pudo tener cierta capacidad de pasmo, pero que hoy languidece en los contenedores de los chistes caducos que nos empeñamos en seguir consumiendo. En la última semana muchos espectadores de Operación Triunfo han reprendido a través de las redes sociales a dos concursantes del programa (el compostelano Roi Méndez y el ourensano Luis Cepeda) por una serie de imágenes subidas a las redes sociales de ambos.

Roi colgaba una fotografía en la que los dos compañeros (heterosexuales y con novia) se besaban en la boca. Cepeda, una imagen en la que los dos se tocaban el culo. Después otra en la que tocaban el trasero a Naim Thomas, concursante de la primera edición del programa. Este artículo de la web LGTBQI Estoy Bailando resumía muy bien por qué las imágenes no eran divertidas, por qué no tenían el carácter normalizador que seguramente tanto Roi y Cepeda buscaban en ellas y recogía un tuit que sintetizaba a la perfección cuál es el problema:

Efectivamente, intentar solidarizarse con un colectivo recurriendo a un lugar común (que las mujeres llevan tacones, que los homosexuales se tocan el culo) es algo tan equivocado como peligroso, sobre todo cuando la imagen pretende, a su vez, intentar despertar las carcajadas. La reivindicación a través del humor es necesaria, pero es incompatible que aquello que se reivindica se convierta a la vez en una caricatura. No se puede normalizar nada a la vez que se busca con ello un efecto cómico. 

El humorista y presentador británico James Corden, conductor de los últimos Grammy y famoso globalmente por el espacio Carpool Karaoke. incluido en su programa nocturno The late late show with James Corden. En este espacio, donde se sube a un coche a cantar con estrellas del pop, besó en la boca al cantante Harry Styles, excomponente de One Direction. Corden es heterosexual –está casado con la productora de televisión Julia Carey y tienen tres hijos–. Styles tiene en su haber una abultada lista de conquistas femeninas y en 2013 negó ser bisexual en una entrevista en la edición británica de la revista masculina GQ. 

Pero cuatro años después, promocionando su debut en solitario tras la separación de la banda, afirmó al tabloide inglés The Sun que nunca había "tenido la necesidad" de autoetiquetarse ni de dar explicaciones. Dejó así un halo de misterio que muchos percibieron no como una salida del armario, sino como un cable que el cantante estaba echando a muchos seguidores que se sentían confusos sobre su sexualidad, demostrando que no hay que posicionarse ni sentirse en un lugar inamovible en cuestiones sexuales y amorosas.

En todo caso, aquel beso no gustó. Sobre todo porque James Corden ha convertido el besar a otros hombres en un chiste recurrente de su repertorio. Lo ha hecho con Harry Styles, con el presentador radiofónico Nick Grimshaw, con el humorista David Walliams, con el actor Joseph Gordon Lewitt y con el intérprete de Harry Potter, Daniel Radcliffe, entre otros. A menudo, estos besos van acompañados de una pluma impostada. No es solo un chiste ofensivo desde un punto de vista social: es nefasto desde un punto de vista humorístico. 

Si estos gestos entre hombres heterosexuales buscan demostrar que hay una nueva generación –no necesariamente biológica, pues a James Corden y Roi los separan 16 años– que está dispuesta a remover esa roca llamada virilidad que durante décadas pesó como una losa, fantástico. Si quieren demostrar que el contacto entre hombres, la celebración de la pluma y la adopción de ciertos comportamientos considerados hasta ahora femeninos ya no son tabú entre hombres heterosexuales, grandioso.

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El problema llega al querer convertirlo en un chiste o, al menos, al provocar risas entre los espectadores que lo presencian. Los besos entre hombres no son graciosos. Son solo besos. Curiosamente este chiste no tiene poder alguno si se hace entre mujeres. Dos mujeres heterosexuales besándose en la boca pueden pasar por dos amigas cercanas que se demuestran su cariño o, más probablemente, una escena que busca excitar al espectador heterosexual masculino. Nadie se ríe, porque no entra en juego el elemento de la hombría rota.

Para explicarlo sencillamente: el beso de Mikel Serrano y su marido, una pareja que se muestra su cariño, normaliza. El beso entre Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, dos hombres heterosexuales que buscan una carcajada, ofende. El beso entre los concursantes Agoney y Raoul en el escenario de Operación Triunfo, dos hombres que independientemente de su condición sexual interpretaban una canción en la que estaban enamorados, normaliza. Los besos y caricias entre el youtuber Jorge Cremades y sus amigos en vídeos que tienen nombres como Cuando eres jodidamente gay son, sencillamente, lamentables y propios de otra era.

Hay que reírse de todo y especialmente de uno mismo. Por eso sería un soplo de aire fresco que el humor en España empezase a romper la fórmula machirula y humoristas gais, lesbianas, bisexuales y transexuales saliesen de los circuitos underground para comenzar a hacer chistes sobre su propia realidad. Todo lo crudos que quieran. Como han hecho Ellen DeGeneres, Sandra Bernhard, Stephen Fry o Matt Lucas.

Incluso un país con ciertos reparos en cuanto a los derechos LGTBQI como México –donde una iniciativa del presidente Peña Nieto para legalizar el matrimonio igualitario fue rechazada en 2016– ha visto como un cómico, Manu Nna, ejecutaba uno de los shows con chistes gais más crudos, bestias y divertidos que hemos visto en mucho tiempo (está en Netflix, no se lo pierdan). Del mismo modo que el humor feminista ha empezado a ganar terreno con shows imprescindibles como Deforme Semanal o Feminismo para torpes, dejemos que sean los miembros de la comunidad LGTBQI los que conviertan sus propios besos en un gag. 

Y, después, cuando las muestras de cariño entre personas del mismo sexo ya sean algo aceptado y natural, volvamos a besarnos todos con todos.

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