El fin de semana siguiente a la elección presidencial en Estados Unidos, Hope Hicks estaba en un casamiento familiar. En el festejo, en un exclusivo club de golf en Bermudas, escuchó una charla entre demócratas que mostraban su preocupación por la próxima asunción de Donald Trump. Consternados, debatían sobre el porvenir -aparentemente fatal- de su país.
Hicks, ya secretaria de prensa, estaba fuera de servicio, pero no pudo evitar entrometerse en la conversación de la mesa de al lado. "¡Lo prometo, ¡él es una buena persona!", intervino la joven de 28 años que se graduó en la carrera de Inglés en la Universidad Metodista del Sur de Dallas.
Mientras cursaba, y también antes, despuntó el vicio como jugadora de lacrosse, un deporte de gran arraigo a nivel universitario, y modelo. Desde muy pequeña, con apenas 11 años, su belleza era evidente y llamó la atención de varias marcas. Entre ellas, Ralph Lauren contrató a ella y a su hermana para una campaña.
Su carrera en el modelaje continuó, aunque con intermitencias, incluso cuando se decantó por las relaciones públicas. Mientras trabajaba en Hiltzik Strategies, la firma de moda de Ivanka Trump, la hija mayor -y predilecta- del presidente, se acercó para contar con sus servicios de prensa.
Pronto, Ivanka y Hicks, que llegó a desfilar con algunos de sus vestidos, entablaron una relación que se convirtió en amistad con el paso de los años. A tal punto llegó el vínculo que Hicks ya forma parte del círculo íntimo del clan Trump; una de las pocas integrantes de las cenas del sabbat que su amiga y su marido, Jared Kushner, los dos judíos practicantes, celebran en su mansión.
En 2014, aconsejada por su hija, Donald Trump la contrató como responsable de relaciones públicas de su conglomerado inmobiliario. Su eficiencia, perfil bajo y responsabilidad encandilaron al hoy presidente que le pidió que se sumara a su campaña electoral durante las primarias republicanas.
Las redes sociales, en especial el Twitter, fue uno de los caballitos de batalla de Trump en campaña. Cada publicación, por su beligerancia, sacudía la política norteamericana e internacional. Hicks tan solo se encargaba de transmitir un mensaje, nunca lo cuestionaba, ni siquiera cambiaba una palabra de cada declaración rimbombante.
"Si no me hubiera involucrado en la campaña, querría estar todavía trabajando en la organización Trump, en algún puesto para una familia tan maravillosa que construyó una compañía increíble", señaló, siempre agradecida. "Fue un honor para servirles de diferentes maneras", agregó cuando fue nombrada en la lista Forbes 30 Under 30; en la misma entrevista que confirmó su desconocimiento de la política antes de su inmersión en la campaña.
Primera sorpresa: Trump se quedó con la interna republicana. En ese momento, Hicks creyó que era su despedida de su breve irrupción en el escenario político y su regreso al mundo de la moda. Trump no estuvo de acuerdo. La convenció para que continuara a su lado. En caso de que se produjera el batacazo electoral tenía un puesto pensado especialmente para ella.
Segunda sorpresa: Trump ganó, contra todo pronóstico, la elección presidencial. De inmediato, cumplió con su promesa. Creó el puesto de directora de comunicaciones estratégicas y se lo confió a Hicks. Desde su ingreso en la función pública, rechazó cuanta entrevista y aparición mediática le ofrecieron. Pequeños rasgos que maravillan a su jefe, amante de la exposición, que llegó a describirla como "sobresaliente".
Desde la asunción de Trump, la Casa Blanca se transformó en un interminable vaivén. A apenas días de haber tomado el cargo de director de comunicaciones, Anthony Scaramucci presentó su renuncia. Hicks lo asumió en forma interina y prefirió no ocupar la cómoda oficina que se le presentaba y quedarse en su escritorio, más modesto, junto al Despacho Oval.
El martes llegó la designación definitiva. Con solo 28 años, Hicks pasó a ser la jefa de comunicaciones con un sueldo anual de 179.700 dólares. Ella sabe que, por más estrategia que plantee, cada vez que Trump salga a escena buscará ser tapa de cada diario y titular central de cada portal de noticias. Lo entiende y no busca contenerlo. En realidad, se alegra al notar la satisfacción instantánea del presidente al hacerse noticia.
Pese a la cercanía de ambos, mientras Trump la llama "Hopester", ella le sigue diciendo "Mr. Trump". El agradecimiento es mutuo. De ella por la oportunidad; de él por el trabajo. Una nota que el presidente le dejó sobre su escritorio lo gráfica: "Hopie, ¡vos sos la más grande!".