Estas son las cinco tendencias que han dejado las pasarelas internacionales.
Hombreras ascendentes: Hace seis meses, Balenciaga presentaba una colección definida por americanas de estructura desproporcionada. Las enormes hombreras parecían entonces una propuesta difícil de digerir, pero, medio año después, desde Zara hasta otras marcas de lujo como Yves Saint Laurent, Nina Ricci o Versace se han unido a esta corriente. La inclinación va desde los 90 grados de Céline hasta la versión ascendente y rematada en metal de Mugler, una de las firmas que ha abrazado esta silueta con más pasión. No en vano, es una de las pocas que puede presumir de atesorar este tipo de hombreras en sus archivos. En el caso de Delpozo se vuelven esculturales fruto de un patronaje cercano a la papiroflexia.
Pelo largo: Ya sea natural o artificial, el pelo se impone el próximo otoño-invierno de pies a cabeza. Tras el éxito de los mocasines destalonados y cubiertos de pelo de Gucci, muchas otras firmas se han subido al carro de los zapatos peluche: Prada propone botas de esquimal, Brunello Cucinelli chanclas con zorro; y Tod’s mocasines forrados de pelo. Si le parecía un total sinsentido llevar un zapato de verano cubierto de visón, prepárese para un invierno sin tregua. Este material también invade las asas de los bolsos de Sacai y protagoniza abrigos propios de inuits daltónicos. Desde los sobredimensionados chaquetones de Miu Miu, que se abrochan con cinturones joya, hasta las piezas de patchwork de distintas pieles de Missonni a juego con glamurosas estolas, pasando por las piezas de corte masculino y en pelo de cabra de Max Mara.
Zapatos brillantes: En El mago de Oz, Dorothy golpeaba los talones de sus zapatos de rubí rojos para volver al hogar. En 2017, el nuevo calzado mágico son las botas plateadas. Karl Lagerfeld las interpretó en purpurina, tacón bajo y aire años sesenta para Chanel en uno de los desfiles más espectaculares de la historia. Pero ni siquiera un cohete de 40 metros despegando en mitad del Grand Palais de París eclipsó su brillo. En el show de Isabel Marant aparecieron en versión mosquetero con tacón de aguja y acompañando a un conjunto de falda y chaqueta de ejecutivo. Las de Anthony Vacarello para Yves Saint Laurent parecían un híbrido entre calentador y bola de discoteca. El éxito hace unos lustros de unos botines metalizados de Prada demuestra que, aunque poco discretas, pueden ser viables fuera de la pasarela.
Plastificado: El contraste entre tejidos tradicionales como el tweed, la seda o lana y otros de nueva generación como el neopreno abunda entre las colecciones para la próxima temporada. Los materiales tecnológicos son cada vez más fáciles de encontrar fuera del gimnasio. Y en esta línea profundizan Raf Simons, en Calvin Klein, y Nicolas Ghesquière, para Louis Vuitton. Estos diseñadores —dos de los más influyentes del panorama actusal— coinciden en jugar a plastificar telas de apariencia clásica. El primero aplica esta técnica a sus abrigos de corte masculino y cuadros príncipe de gales; el segundo, a vestidos y faldas de punto tejido. También JW Anderson propone en Loewe piezas de aire retro en algodón de lunares y tratadas de tal forma que resultan impermeables. Perfectos para salir indemnes de un paseo bajo la lluvia o de una fiesta con demasiadas copas.
Pitilleras: Ya no se puede fumar prácticamente en ninguna parte, pero la pasarela parece obcecada en ofrecer soluciones para llevar el tabaco de la forma más bella posible. En Valentino, el diseñador Pierpaolo Piccioli presentó unas coquetas pitilleras a juego con sus románticos vestidos y decoradas con delicadas cadenas para llevar al hombro. Y la firma de calzado Roger Vivier diseñó unos bolsos de noche con un apartado oculto para los cigarrillos. Porque la coherencia no es el valor predominante en la moda.