Amanda Coats, una australiana de 43 años de edad, suele lucir en sus fotos un perfecto y liso fleco que le queda muy bien, pero debajo de él oculta una horrible y triste verdad.
Hace algunos días, la mujer acudió a una clínica de belleza especializada en tatuar cejas, sin imaginar el espantoso trabajo que le harían.
Después del procedimiento todo parecía ir bien, pero a la mañana siguiente despertó con su almohada llena de trozos de piel y con la zona de las cejas rojiza e irritada. Coats con la piel totalmente irritada y despellejada al rededor de las cejas exactamente donde le practicaron el procedimiento.
“Parecía como si se estuvieran comiendo mi piel, se estaba desprendiendo. Me dolía mucho. Tenía los ojos tan hinchados que no podía conducir. Ni siquiera podía llevar a mis hijos a la escuela por el dolor y el pus que tenía” cuenta Amanda.
La australiana ha denunciado en su cuenta de Facebook a la clínica que le tatuó las cejas. “He acabado con una infección grave por esta clínica. La mujer que me lo hizo estaba muy apurada entrando y saliendo de la habitación atendiendo a otros clientes durante mi procedimiento, no se puso guantes, ni mantuvo el material estéril”, escribió la joven en su cuenta.
Amanda llamó a la clínica para comentarles lo que había pasado, pero en vez de ayudarla la ignoraron.
En su defensa, la clínica alega que probablemente le dio reacción el pigmento de la tinta o no siguió correctamente con los consejos del doctor o la medicación prescrita. Y que ellos cumplen con todos los reglamentos de salud y seguridad.
Amanda tuvo que ir al doctor, cosa que le resultó mucho más cara que el tatuarse las cejas, ahora está tomando antibióticos y esteroides para bajar la hinchazón, además de que tiene miedo de que le queden cicatrices difíciles de ocultar.