A menudo ocurre que cuando se acerca una tormenta o simplemente va a llover notamos la presencia de más moscas e insectos voladores en general. Además se puede observar como se vuelven más molestas o pegajosas.
Sí, en pocas ocasiones nos equivocaremos en esto, sobre todo si estamos al aire libre. Seguro que en alguna ocasión hemos escuchado esto y, por supuesto tiene su explicación. Las causas, aunque sean dos factores distintos, se deben al mismo fenómeno, la inminente lluvia.
Cuando se acercan precipitaciones, las nubes cargadas de agua ejercen una fuerza sobre la superficie de la tierra, llamada presión, o presión atmosférica en este caso, que es la que precede a la lluvia. A todo insecto o animal volador le cae una fuerza vertical que les obliga a descender levemente su vuelo.
De ahí que pensemos que haya más moscas. No hay más moscas, simplemente ya no vuelan a una distancia tan alta.
El segundo factor es el que hace que notemos que estén más pesadas (o más molestas) y es que antes de la lluvia la atmósfera se carga de humedad. La humedad simplemente hace que, donde antes habían partículas de aire ahora este aire esté más cargado de agua, lo que comúnmente denominamos vapor.
Las moscas, al volar baten sus alas empujando el aire y eso les permite recorrer distancias largas con poco esfuerzo, pero al haber vapor en lugar de aire la fuerza que deben hacer tiene que ser mayor, ya que les cuesta más empujar el vapor que empujar el aire.
Este es el motivo por el cual pensamos que están más alborotadas. Simplemente las pobres pueden volar menos tiempo y buscan cualquier superficie para descansar en su recorrido.