El poeta, periodista y diplomático nicaragüense Rubén Darío ya cuenta con su propia ruta en la capital francesa, una ciudad que, según el Instituto Cervantes, encargado de ese recorrido, ya había viajado dentro de él antes de que la conociera en persona.
El circuito pasa por la Gare Saint-Lazare, a la que llegó por primera vez afirmando hollar suelo sagrado; por sus diferentes residencias, por el consulado de Nicaragua en la época, donde fue nombrado cónsul en 1903, o por los cafés que frecuentaba, como el Bar Calisaya, donde conoció a Oscar Wilde.
Esos 19 lugares, según el comunicado del Cervantes, muestran la relación de Darío (1867-1916) con la capital francesa, donde en 1893, fecha de su primer viaje a la misma, con 26 años, conoció a Paul Verlaine.
Darío ya soñaba con París en su Nicaragua natal. Víctor Hugo y otros románticos, y los parnasianos, eran faros para él. Cuando cumplió al fin su sueño, frecuentó a parnasianos y simbolistas, siendo de gran importancia simbólica su breve encuentro con Verlain, dice el director del Cervantes parisino, Juan Manuel Bonet.
En 1900, el escritor volvió como corresponsal de La Nación, que lo envió para cubrir la Exposición Universal, y ya no se iría más o menos nunca de ella.
Según Bonet, supo incorporar el bagaje de los nuevos poetas franceses a las letras hispánicas, tanto a través de su poesía como de su libro Los Raros’, y gracias a este creador errante y cosmopolita, frecuentador de Nueva York o Buenos Aires, la revolución modernista se propagaría por España y el continente americano.
El Cervantes suma el nombre de Darío al de otros escritores como Julio Cortázar o Miguel de Unamuno, que también cuentan con su propia ruta, que puede seguirse tanto de forma virtual como con las visitas guiadas ofrecidas por el instituto.