En el caso actual japonés el cuestionamiento en torno a las significaciones de vestirse como mujer o como hombre son un paso descomunal en los caminos de la indagación estética y social.
Estos chicos, denominados Genderless Kei (Estilo sin género en español) vieron la luz del día tras la fascinación juvenil de dos elementos culturales en su sociedad: las boy bands de K-Pop y la lectura obsesionada de manga.
Estos dos ingredientes primordiales para los hombres de peculiar apariencia, moldearon una singular perspectiva de lo masculino en lo femenino y viceversa para la participación de unos modelos en el Tokyo Girls Collection de 2015, un evento de moda que fue testigo de la primera aparición formal de esta propuesta identitaria.
Desde entonces, en Facebook, Instagram y Snapchat se ha visto una ola imparable de jóvenes varones que no temen transgredir los estándares de lo masculinamente correcto; también se ha dado dicho movimiento entre las mujeres adolescentes, pero no han causado el mismo impacto que sus compañeros de revolución.
En parte, esta corriente estilística también obedece a una suerte de respuesta ante la globalización normada por la mirada occidental de las Harajuku Girls, las Lolitas y el diseño Gyaru; estas tendencias resultan ser una mentira mediática que utiliza a la chica japonesa como una atracción turística hipersexualizada. En el verdadero Japón eso no existe.
En cambio, lo que sí se puede encontrar al caminar por sus calles es a estos chicos que cuidan su esbelta figura, procuran un rostro impecable, usan maquillaje para exagerar rasgos femeninos y masculinos al mismo tiempo, usan pupilentes, se pintan las uñas, tiñen su cabello, mezclan su ropa en un código de androginia y utilizan accesorios llamativos.
No sabemos si estos chicos son en realidad conscientes del impacto y la transgresión tanto estética como política de sus actos, pero quizá en eso radica también cierto encanto de sus decisiones.