Hay mujeres muy acostumbradas a usar tacones que también los llevan estando embarazadas sin mayores consecuencias. Sin embargo, los tacones demasiado altos no son el calzado más adecuados para usar en el embarazo.
Durante la gestación, la mujer aumenta de peso y se modifica su centro de gravedad a medida que crece la barriga. Además, se producen cambios hormonales, un aumento de la hormona relaxina, que ablanda y estira ligamentos y músculos, provocando que esté más expuesta a torceduras y esguinces.
Los tacones ofrecen poco apoyo, y si ya de por sí en el embarazo se ven afectadas las articulaciones por causas hormonales y aumento de peso, al usar tacones altos esta presión se acentúa, aumentando además la posibilidad de caídas.
La mayoría de las mujeres confiesa haber tenido problemas en los pies en el embarazo. Pies hinchados, tobillos inflamados y dolor en el arco y en el talón son los más habituales.
Según una encuesta realizada por la Sociedad de Pedicuros y Podólogos del Reino Unido la explicación a estas dolencias se debe a que muchas embarazadas utilizan zapatos inadecuados, muchas veces presionadas más por las tendencias de moda.
Un 66% de las encuestadas respondió que utilizaba regularmente sandalias de playa (el zapato demasiado bajo puede ser tan perjudicial como los tacones demasiado altos), 32% tacones altos, 53% zapatillas de ballet y 30% botas Ugg (las típicas botas australianas planas).
Para evitar agravar molestias típicas del embarazo como la ciática y los edemas, se recomienda a la embarazada usar zapatos amplios y firmes, idealmente con tacones de tres centímetros pues a esa altura el peso corporal se desplaza un poco más arriba en el pie.
Esto no quiere decir que una embarazada no pueda ponerse unos zapatos de tacón para acudir a un evento especial si se siente cómoda y le apetece. Pero se desaconseja llevar a diario tacones altos durante varias horas, especialmente si se estará mucho tiempo de pie.
Extraìdo de agencias internacionales / Cristhian Carriòn