En 1916 Albert Einstein predijo la existencia de las ondas gravitacionales. Son ondulaciones en el universo provenientes de eventos cósmicos cargados de energía, desde explosiones de estrellas a colisiones de agujeros negros. La confirmación de su existencia hoy, un siglo más tarde, supone un día histórico para la ciencia.
Así lo han confirmado los investigadores de LIGO (Laser Interferometer Gravitational Wave Observatory) después de que el 11 de enero, un mes atrás, saltasen los primeros rumores. Las ondas gravitacionales se observaron por primera vez el 14 de septiembre de 2015, a las 5:51 am ET por ambos detectores LIGO. La fuente: una colisión masiva de dos agujeros negros que tuvo lugar hace 1.300 millones de años. Cuando ocurrió, una masa tres veces más grande que la del Sol se convirtió en energía en una fracción de segundo.
Durante todo este tiempo, tanto ellos como otros científicos del planeta han estado trabajando para confirmar que, esta vez sí, hemos conseguido probar la existencia de las ondas gravitacionales.
Pero ¿qué son, exactamente, dichas ondas? Explíquemoslo de manera sencilla: Todo objeto con energía en el universo, cualquiera, produce esas ondas en el espacio-tiempo. Ondulaciones. Incluso usted y yo, bailando o saltando, las producimos. O un tren, o un avión, o una tormenta. El problema es, lógicamente, que siendo como somos motas insignificantes en el universo las ondas que producimos son prácticamente indetectables. Para localizarlas hay que ir a las grandes colisiones de energía: estrellas explotando, galaxias, agujeros negros en colisión.
Fue este último caso el que el equipo de LIGO descubrió en septiembre. Sin poder contenerse, Clifford Burgess físico teórico de la Universidad McMaster en Hamilton, Canadá, envió en enero un mail a todo su departamento afirmando que habían encontrado una señal real y espectacular de dos grandes agujeros negros colisionando entre sí. Desde entonces el descubrimiento viene siendo prácticamente un secreto a voces, aunque hoy por fin es oficial.