La prisión de Bastoy, ubicada en la isla homónima de Noruega, alberga alrededor de 100 reclusos en condiciones de mínima seguridad.
Muchos centros turísticos tienen menos actividades recreativas que esta penitenciaría. Ubicada en la isla homónima, la prisión de Bastoy ofrece a los reclusos oportunidades únicas: los detenidos pueden tomar sol, jugar al tenis, pasear a caballo e ir de pesca.
En esta cárcel los reclusos no tienen celdas: cada uno tiene su habitación, que además se cierra con llave. Las casas son chalés o cabañas con vistas a granjas, donde los prisioneros realizan tareas para recibir un sueldo, informa El Mundo.
Unos 100 reos de esta lujosa cárcel, algunos de los cuales son criminales peligrosos, viven en condiciones de seguridad mínima: allí no existen agentes armados, torres de vigilancia u otros medios de control sobre los encarcelados.
De acuerdo con las autoridades de la cárcel, este modelo de prisión se usa porque se ha demostrado que es efectivo: «Empleamos este modelo porque es el que está funcionando [ ] Si te fijas en la historia de cualquier país europeo, las cárceles con un régimen cerrado no funcionan. Entran y salen como criminales», aseguró Tom Eberhardt, director de la cárcel. Según él, no se puede tratar mal a las personas, faltándoles continuamente respeto y esperar que se produzca un cambio en su comportamiento: «Si tratas a la gente con una evidente falta de respeto año tras año durante toda su condena, esperar que se comporten bien al salir es como creer en Santa Claus», agregó.
De este modo, los datos parecen dar la razón al director, puesto que los exreos que salen de esta prisión, que intenta educar a los convictos con una democracia basada en una «filosofía ecológica y humana», tienen la tasa de recaída más baja en todo el país.