La muerte del líder del emblemático grupo británico de heavy metal Mötorhead, Ian Lemmy Kilmister, significa también el fin del grupo, aseguró ayer martes el batería de la banda, Mikkey Dee, al diario sueco Expressen. Se acabó Motörhead, por supuesto. Lemmy era Mötorhead, pero la banda seguirá viva en el recuerdo de mucha gente, aseguró Dee. No haremos más giras. Y no habrá más discos. Pero la marca sobrevive y Lemmy vive en el corazón de todos, agregó.
Ian Lemmy Kilmister fue la típica figura de la trilogía sexo, drogas y rock and roll, falleció de cáncer el lunes a los 70 años, fue un pionero del heavy metal, admirado e imitado por los grandes del rock.
Invariablemente vestido de negro, desde sus botas hasta su sombrero de vaquero, con el pelo largo e imponentes patillas, el músico se había convertido en un ícono cuya notoriedad superaba el círculo de los amantes del rock.
Aunque sus problemas de salud le obligaron a dejar el whisky por el vodka con naranja, según él algo menos nocivo para la diabetes sus excesos eran tan famosos que la cuestión de su muerte era recurrente en muchas de sus entrevistas. Aparentemente, soy indestructible, decía en agosto pasado a The Guardian con motivo de la publicación de su 22º álbum con Motörhead, Bad Magic, ahora descansa en paz.