Un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford en Estados Unidos desarrolló una piel artificial sensible al tacto que tiene la capacidad de enviar señales al cerebro.
«Esta es la primera vez que un material flexible similar a la piel puede detectar presión y transmitir esa señal a un componente del sistema nervioso», declaró la profesora de ingeniería química en Stanford Zhenan Bao.
La directora lideró el grupo de 17 investigadores que descubrió un mecanismo que consiste en una lámina plástica de dos capas: la superior genera el mecanismo de sensibilidad, mientras que la inferior actúa como el circuito que transporta la información al cerebro.
El circuito está compuesto por miles de nanotubos de carbono, que conducen la electricidad de una forma u otra de acuerdo a cuanta presión reciben, por lo que el dispositivo tiene la capacidad de distinguir entre, por ejemplo, un apretón de manos y un ligero toque.
El cerebro es capaz de decodificar esa información gracias a la optogenética, una subdisciplina que combina elementos de la óptica y la genética con el objetivo de controlar a través de la luz algunas acciones de ciertas células. En este caso, los investigadores liderados por Bao modificaron genéticamente células de ratones para hacerlas sensibles a determinadas frecuencias de luz.
«Creemos que este concepto inspirará tecnologías que puedan ser usadas en prótesis avanzadas que produzcan un sentido del tacto. Pero en el futuro queremos imitar a la piel humana», concluyó Bao.