La fobia a las grasas que se instaló en la década de los 70 y los 80 tuvo el efecto contrario al esperado: más casos de obesidad y diabetes que nunca. «Fue un error garrafal, que ayudó a difundir la falsa idea de que todas las grasas son malas y todos los hidratos de carbono son buenos», reconoce Frank Hu, profesor de Nutrición y Epidemiología de Harvard con el que charlé recientemente.
Lo malo fue que la industria alimentaria no tardó en hacerse eco del mensaje e inundó los supermercados con productos light, en los que se cambiaron las grasas por carbohidratos refinados y azúcares añadidos. La epidemia de obesidad no tardaría en estallar.
El índice glucémico, que indica con qué rapidez aumenta un alimento los niveles de azúcar en sangre, tiene mucho que ver en el tema. Los productos elaborados con harinas refinadas (pan blanco, bollería, pasteles ), las patatas y el arroz blanco y las bebidas y alimentos ricos en azúcares añadidos tienen un alto índice glucémico.
Si tomas mucho de esos alimentos, tu riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, hígado graso y enfermedad cardiovascular se disparará. En cambio, los alimentos ricos en fibra -legumbres, cereales integrales, pseudocereales, frutas y verduras- tienen un bajo índice glucémico y teayudan a prevenir la obesidad y el resto de problemas.
Las preguntas que me ha hecho Mónica cuando he comentado el tema con ella este finde han dado un vuelco al asunto: «¿Y qué hago cuando me paso con los dulces y los carbohidratos refinados? ¿Hay alguna forma de contrarrestar sus efectos?» Por suerte, la respuesta es afirmativa. Estos tres «trucos» pueden ayudarle:
- Come un puñado de nueces o avellanas o un par de cucharadas de humus. La fibra que contienen ralentizará la absorción de los azúcares y evitará los picos de azúcar en sangre.
- Muévete justo después de comer. Un estudio reciente ha visto que las personas quecaminan apenas 15 minutos después de las comidas tienen niveles de azúcar en sangre más bajos que las que caminan 45 minutos bien por la mañana o por la tarde.
- Toma té con limón. Ambos son diuréticos y, aunque no van eliminar el azúcar inmediatamente, harán que la sangre atraviese los riñones más rápidamente.