En un viaje familiar a la playa el mes pasado, Paul Franklin de cuatro años se cayó y se raspó la rodilla derecha, eso no es inusual; a los niños les pasa todo el tiempo.
Lo que hace que contar este cuento valga la pena es lo que surgió de su rodilla hinchada: un caracol. Paul de Aliso Viejo, California, Estados Unidos, caminaba en la playa cuando chocó su rodilla contra una piedra.
Simplemente la limpiamos, y pusimos un curita sobre ella, dijo su padre Ken Franklin. Antes de que nos diéramos cuenta, un par de semanas después, su rodilla estaba muy hinchada y algo infectada.
Un médico le dijo a la madre de Paul, Rachel, que podría ser una infección desagradable por estafilococos. Los antibióticos ayudaron, pero había un bulto negro que crecía debajo de su piel.
Cansados de esperar y seguros de que la herida necesitaba ser drenada, la madre decidió tomar cartas en el asunto. Lo apretó con sus dedos y salió.
Parecía una piedra. Era algo negro, dijo. Lo puse en una toalla de papel y dije, esa es una piedra de aspecto raro. Tiene remolinos, lo volteé y era un caracol de mar.
La familia cree que un huevo de caracol se metió debajo de la piel de Paul cuando se raspó la rodilla.
¿Y la reacción del pequeño Paul?
Pensé que era algo loco, dijo.Pero no tan loco como para que el alumno de preescolar no se quedara con el descubrimiento, Paul llamó al caracol Turbo, en honor de la estrella de una película animada.