«Estábamos sentados en la sala de espera cuando, de repente, escuchamos a alguien gritar», contó Evelyn Crow, abuela de Elizabeth. Ella y su hijo la acompañaron a Smiles-R-Us («Nosotros somos las sonrisas»), el centro odontológico que dirige Jamey Chung.
Inquieto por los reiterados alaridos, James Crow, el padre de la niña, decidió ingresar al consultorio para ver qué era lo que ocurría. Cuando abrió la puerta, quedó boquiabierto. Su hija estaba atrapada en una bolsa de tela adherida a la silla, que le impedía moverse.
«No podía ver a mi niña allí. No lo toleré», dijo Evelyn en su contacto con la prensa.
Al preguntar, furiosos, por qué tenían a la niña así, les respondieron: «Porque no estaba cooperando».
Según el dentista, no hay normas que prohíban usar esos implementos para facilitar el trabajo en los casos más complicados. Es más, incluso aseguró que los padres firmaron autorizaciones para habilitar su uso.
Sin embargo, los Crow afirman que nunca se enteraron de que estaban permitiendo eso. Presentaron una denuncia por maltrato.
Agencias