Es común que de pequeños nuestros padres o hermanos jueguen a hacernos cosquillas para reírnos y pasar un momento alegre. El comportamiento que tiene el cerebro en el momento que a una persona se le aplica cosquillas, en realidad es un mecanismo de defensa.
Este tipo de risa indica sumisión, un reconocimiento de derrota. Según los científicos cuando recibes cosquillas se activa la parte del cerebro que se anticipa el dolor por lo que es posible atacar accidentalmente a alguien que está tratando de hacerte cosquillas.
Tanto cosquillas y risa activa la parte del cerebro llamada el opérculo rolándica que controlan los movimientos faciales y reacciones vocales y emocionales. Sin embargo, a diferencia de la risa por algo divertido, las cosquillas también activan el hipotálamo que controla la temperatura corporal, el hambre, el cansancio, el comportamiento sexual y las reacciones instintivas a situaciones como la lucha o huida.
Esto también explica por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos, pues nuestro cerebro es consciente de que no hay necesidad de producir una respuesta a la acción.
Agencias