Mucha habilidad en los pies y la gracia típica de los cariocas: son los requisitos básicos para aprender a bailar «passinho», una danza urbana que nació hace unos años en las favelas de Río de Janeiro y que poco a poco va conquistando espacios en los que hasta ahora estaba vetado, como el imponente Teatro Municipal de la ciudad.
La semana pasada un grupo de jóvenes con camisetas coloridas, bermudas por las rodillas, gorra en la cabeza, los miembros de la banda Na Batalha, llevó por primera vez el «passinho» al teatro de la ópera de Río gracias al festival de danzas urbanas Rio H2K, que celebra estos días su sexta edición.
El «passinho» está muy asociado al llamado «funk carioca», un género musical «made in Río de Janeiro» de melodías retumbantes y letras, la mayoría de veces, rayando lo obsceno.
Muchos «bailes funk» que se celebraban en favelas fueron prohibidos por la apología de la violencia que hacían algunas letras el llamado «funk proibidão, pero algo de esto está cambiando.
El funk empieza a ser promovido por las autoridades como herramienta de cohesión social y el «passinho», que además mezcla elementos de samba, fevro, y break dance, va de la mano.
A parte de ser una potente herramienta contra la exclusión social el «passinho» también ha roto otras barreras, recuerda Colker: «Hay una cosa fundamental, y es que los hombres antes no podían bailar, si eras bailarín eras gay, pero eso se ha acabado», resalta, y es que se cuentan por miles los vídeos en YouTube de chavales retándose para ver quién hace las mejores virguerías con las piernas.
El origen del de este baile es incierto, pero hay un cierto consenso en que el pistoletazo de salida se produjo hace seis años, cuando unos amigos subieron a YouTube un vídeo titulado «Passinho Foda», en el que improvisaban unos pasos en el patio de su casa, y que ya han visto más de cuatro millones de personas.