Aunque para algunos padres pueda resultar en un verdadero problema tener que lidiar con la naturaleza exploratoria (y a veces desastrosa) de los hijos que juegan con la comida, en realidad esta práctica puede ser de mucha utilidad para su formación.
Según un estudio publicado por la Universidad de Iowa (EE.UU.), los bebés que juegan con alimentos inconsistentes adquieren un mayor gusto por la exploración y aprenden más rápido sus primeras palabras, especialmente cuando lo hacen sentados en un banco alto.
Para ello, expusieron a un grupo de bebés a este tipo de alimentos y les animaron a jugar con ellos, para en una segunda etapa comprobar si eran capaces de identificarlos y nombrarlos a través del sonido que les había sido asignado.
Los resultados mostraron que los niños que interactuaron más con los alimentos eran más hábiles a la hora de identificarlos por su textura y nombrarlos. Los niños que se sentaron en estos bancos altos obtuvieron además un mayor éxito que los que se sentaron en otros lugares, ya que allí los niños se sienten más predispuestos a experimentar.
Gracias a estos resultados, los científicos recomiendan a todos los padres que fomenten y permitan este tipo de exploración en sus hijos, siempre y cuando sea en entornos conocidos ya que alimentos como el puré, el pudín, el zumo y la sopa aportan información clave para estimular su desarrollo cognitivo.