Desde que su uso se masificara a principios de esta década, los celulares listos y sus apps se han convertido en aliados indispensables de la humanidad. Persona camina mientras ve su teléfono inteligente.
Es fácil argumentar que estos dispositivos nos mantienen mejor informados y más comunicados. Se puede acceder a correos electrónicos, mensajes privados, video llamadas, noticias y redes sociales en un instante. Se puede trabajar en forma remota, colaborar con otros en lugares distantes y tener al mundo en la palma de la mano.
Esa aprehensión por no abandonar el teléfono parece venir de la idea de que podemos quedar fuera de la conversación -la «virtual», no la que está ocurriendo en ese momento- o perder un mensaje importante. Ocurre cada vez con más frecuencia porque estos dispositivos se han convertido en una extensión «aceptable» de nuestra persona. Es una convención social el que la gente cargue computadoras en la palma de su mano.
Pero más allá de las respuestas tecnológicas hay quienes creen que los riesgos sociales de usar teléfonos inteligentes en forma permanente son altos.Pero quizá todo esto sea parte de la evolución humana. Quizá es temprano para saber cómo nos afectan estos cambios en nuestras normas sociales. La humanidad ya ha pasado por grandes cambios como éste y ha sobrevivido. Quizá volvamos a hacerlo.