El lanzamiento de Super Mario Odyssey para Nintendo Switch, la nueva consola híbrida de la compañía japonesa, es algo bastante importante. El 'fontanero que ya no es fontanero' es uno de los iconos de nuestro tiempo. Es tan reconocible, sino más, que Mickey Mouse y nunca termina de pasar de moda, por mucho que otras mascotas vayan y vengan del imaginario colectivo en torno a los videojuegos.
Los erizos azules, los jefes maestros o los pájaros enfadados no son nada frente a ese mono azul, ese bigote negro y esa gorra roja. Es justo con este último símbolo con el que Mario quiere destacar en la nueva aventura. Derrotado por Bowser, eterno enemigo; y con Peach nuevamente en peligro, un nuevo aliado llamado Cappy toma conciencia de su eterno accesorio y le dota de nuevas habilidades.
Todas ellas giran en torno a lo que hace que un juego de Mario sea tan divertido y lo que consigue que, pasados tantos años, la fórmula siga siendo fresca: correr y saltar. La gorra sirve para tomar el cuerpo de distintos objetos o personajes, desde los Goomba de toda la vida hasta nuevas criaturas, como dinosaurios realistas (no como Yoshi) o seres humanos de carne y hueso. Porque asumimos que Mario está hecho de otra pasta si en su universo existen personas como nosotros y luego él.
Cada nueva invasión de enemigo u objeto que Mario hace sirve para ganar una habilidad, sea esta romper a lo bestia bloques de roca (el citado dinosaruio), poder moverse por los cables de la electricidad para llegar más alto en un edificio, poder crear una torre de Goomba para llegar a una plataforma escondida y conseguir unas monedas moradas extra… Y así un larguísimo y variadísimo etcétera.
No, en serio, es alucinante, casi temible, ver una vez más la capacidad de Nintendo no sólo para crear mundos variados, bonitos, coloridos y que nunca resultan ñoños ni infantiles ni totalmente absurdos (sólo lo justo); sino para que todos ellos se plieguen ante las habilidades de los monstruitos que los habitan.
El mundo en el que hay unos gusanos cuyo cuerpo es como un acordeón es uno de mis ejemplos favoritos, y se los describo. Llegas a él y te topas con que, uno, ahí están estos gusanos que suenan y se estiran como acordeones; dos, hay veneno en el suelo que te mata al instante; tres, hay plataformas por las que moverse muy difícilmente saltando. Pero si tomas el cuerpo de los gusanos, puedes estirar su cuerpo como te apetezca y llegar a esas plataformas fácilmente evitando el veneno.
Y esto avanza a una velocidad temible: de pasar por plataformitas pasas a descubrir pasajes secretos en las paredes semiocultas por la perspectiva 3D del juego, a las que sólo llegas estirando tu cuerpecito de acordeón a tientas. Y luego tienes que sincronizar bien tu alargamiento y encogimiento al moverte para que no te pille otro enemigo entre plataformas. Y luego…
Este es un ejemplo de los muchos que pueblan cada mundo de Super Mario Odyssey, que sin duda va a ser considerado uno de los mejores de la saga por los fans por lo bien que regresa y rehace el estilo de Super Mario 64 o Super Mario Sunshine, los dos grandes juegos 3D y de mundos abiertos de la franquicia.
Aunque sería un error menospreciar a los dos Galaxy, pues son juegos fantásticos y completísimos, lo cierto es que se distanciaban lo suficiente de estos dos predecesores como para considerarlos algo distinto a los Mario 3D 'tradicionales'. Pero ahí es donde vuelve Odyssey, y con éxito.
No estoy hablando de un Mario con un mundo central, como tenía Super Mario 64, pero que sí tiene distintos mundos muy grandes y entre los que se puede saltar cómodamente una vez se han conseguido suficientes lunas de poder.
Las lunas son objetos más importantes del juego, pero hay otros, como las monedas de oro de toda vida o las monedas moradas. Las primeras sirven para lo mismo de siempre, pero ahora también cumplen la función de las setas verdes. Cada diez de ellas, podríamos decir que se consigue una vida. Aunque las vidas no están numeradas como se hacía tradicionalmente, cuando mueres, pierdes diez monedas.
Más importantes es la divisa morada, que cambia en cada mundo que visitas y aparecen en una cifra fija en cada uno de ellos. Sirven única y exclusivamente para comprar trajes, que son el último gran coleccionable del juego. Puedes vestir a Mario como te plaza, eligiendo gorra y cuerpo por separado, y convertirlo en un Hugh Hefner de la vida con un traje y una gorra de marinero, en un mariachi mexicano o en un bañista semidesnudo que revoluciona Internet.Mario tiene pezones, pero ni un sólo pelo en el pecho
Titulaba diciendo que esto es un ejemplo de lo genial que es Nintendo haciendo videojuegos, y me reafirmo en ello. En una época en la que triunfan los juegos online, con mil opciones de monetización y que giran siempre en torno a la violencia, nada alegra tanto la vida como un muñeco rechoncho que explora mundos llenos de imaginación por los que moverse corriendo y saltando.
Que algo tan básico siga siendo entretenido en la actualidad ya es digno de loa, pero Super Mario Odyssey siempre va un poquito más allá, ya sea ampliando lo que entendemos por correr y saltar o simplemente haciendo algo diferente con la manera en que Mario lo hace.
Si sumamos las buenas cualidades de Switch como consola con la que puedes jugar conectado a la tele o yendo al trabajo en tren, el combo de diversión es definitivo.
Switch, pese a no tener ni un año de vida, tiene todas las papeletas para ganarse el premio a la consola del año por contar con dos de los juegos más importantes de 2017, The Legend of Zelda: Breath of the Wild y, ahora, Super Mario Odyssey.
El juego estará disponible exclusivamente en Nintendo Switch a partir de mañana, 27 de octubre. El precio de venta recomendado es de 59,99€, pero se lo puede comprar ligeramente más barato en distintas tiendas online o reservándolo.