El gigante surcoreano Samsung Electronics presenta mañana su nuevo teléfono de alta gama, el Galaxy S8, con el que espera borrar el tremendo fiasco del Galaxy Note 7, cuya producción fue suspendida por las igniciones espontáneas que sufría el aparato, lo que dañó su reputación y sus finanzas.
Del aspecto del nuevo modelo, que será desvelado al mundo en Londres y Nueva York, solo se sabe que tendrá una pantalla sin enmarcar, por lo que ha dejado ver un sugerente anticipo publicitario de la empresa con sede en Suwon (al sur de Seúl).
Más allá de otras posibles mejoras en el diseño, especialmente en lo que se refiere a la batería, causa de los incendios del Note 7 la mayoría de analistas cree que el hardware volverá a situar a Samsung como el fabricante de los móviles más sofisticados del mundo, junto a Apple.
En el plano del software solo se sabe que vendrá acompañado de un programa de inteligencia artificial que funciona como asistente de voz y responde al nombre de Bixby, algo que sí plantea alguna que otra duda entre los expertos dado el menor número de éxitos que la compañía ha cosechado en este terreno.
Aún así, las expectativas para Samsung Electornics a raíz del lanzamiento son positivas, especialmente por factores que no tienen que ver con el teléfono en sí.
El primero es que la empresa viene dependiendo en menor medida de su rama de telefonía y más de la de semiconductores, un producto del que es el mayor fabricante mundial.
Gracias al buen rendimiento de sus operaciones fabricando chips, muchos esperan que Samsung Electronics logre un beneficio operativo récord de unos 9 billones de wones (7.452 millones de euros) en enero-marzo.
Otro elemento a tener en cuenta es que la facturación de su división de telefonía ha reducido enormemente su dependencia de las ventas de móviles de alta gama, que apenas han representado un 30 por ciento del total en enero-marzo, según las últimas estimaciones.
Obviamente se espera que las ventas de sus terminales más sofisticados se incremente si el S8 tiene el éxito que promete, aunque difícilmente llegue a representar un 75 por ciento del total, como era el caso de Samsung allá por 2013.
En todo caso, lo robustas que parecen las cuentas de Samsung y sus futuros planes para reestructurarse como una empresa "holding" han seducido a los inversores de la Bolsa de Seúl, donde sus títulos no han parado de tocar nuevos máximos históricos desde el pasado otoño, pese a lo reciente que quedaba el caso Note 7.
De este modo, la empresa se planta ante el lanzamiento de su nuevo "smartphone" de bandera sabedora de que no le va tanto la vida en ello en el plano financiero, incluso aunque aún tenga muy presentes las pérdidas operativas de 6,1 billones de wones (unos 5.050 millones de euros) que le generó el fracasado "phablet".