Regresar nuevamente a casa, era todo lo que anhelaba Harvin Uceda Baca, después de un intenso día de trabajo. Se despidió de sus compañeros, entrego turno en un local de comida rápida y la desgracia se asomó en la parada, cuando intentaba abordar un bus.
«Cuando me iba a montar, el bus aceleró, entonces falsié con una pierna y no pude abordar, cuando me vi estaba en la puerta, pero como sentado, cuando me pasa la llanta delantera y yo me miro el pie, el zapato, la suela está totalmente volteada», declaró Uceda.
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A su ingreso al hospital perdió el conocimiento por el dolor; cuando despertó se percató que las fracturas sufridas requirieron de clavos y placas metálicas. Con tratamiento fue dado de alta, pero la situación se agravó. «Dos días después yo retorno al hospital, la pierna yo la tenía colorada toda la parte de adentro, yo digo que fue una mala práctica, a mí me dijeron que fue una bacteria alojada».
El hospital se convirtió en su casa por 3 meses, los lavados quirúrgicos eran constates, peso a eso la pierna de Harvin no se salvó.
Una complicación tras otra
«La amputación se dio después que me quitaron los clavos porque me informaran de que estaba alojada la bacteria en los tobillos y en las arterias y que posiblemente podía subir y pues podía ayudar al cerebro», comentó.
La bacteria se alojó nuevamente al muñón, la situación de nuestro amigo se volvió tan engorrosa, que pensó en rendirse.
«Tuve prácticamente dos años tomando una pastilla para poder dormir, no quería salir de mi casa, no quería que me vieran, que me preguntaran, aunque nunca tuve solo, pero siempre hay algo en vos que no querés aceptar», compartió.
Avanzando a pesar de las dificultades
«¿Cómo le explicas a un niño que a su papá le cortaron una pierna?. Los psicólogos a mí me explicaron, tenés que agarrar al niño, agarrar un muñequito, quitarle la pierna y decirle; mira, tu papá se le fregó esta pierna, se la quitamos, pero aquí está otra. Al principio el niño cuando yo lo comencé a ver él no lo asimilaba, me miraba y como… ¿Qué?; pero al final se le pasó, después ahí andaba jugando con la Silla Rueda y la prótesis y hasta la fecha él crece conmigo», detalló.
Estos 9 años no han sido fáciles, su esposa Gema Castro ha sido su principal apoyo.
«La primera vez que iba a montar un bus después del accidente, se me bajó la presión, me sentía helado, me dieron ganas de llorar, solo el hecho de pararme en la puerta de un bus y mirar la llanta, yo me quedé en shock», dijo Castro.
«Le digo yo, ‘móntate en una silla de ruedas, si no queres que te miren, yo te voy a cubrir’; prácticamente lo saqué a la fuerza y él me decía ‘no me lleves no me lleves no me lleve’ y lo lleve al parquecito. Yo pienso que eso fue como un puntito blanco en medio de tanta oscuridad porque a raíz de ahí, que me dice ‘me dio pena cuando me traía’ pero ahora yo me siento mejor», declaró.
Asimismo, Castro añadió, «la gente no me queda viendo tan raro porque también tenemos que ser consciente; que nosotros no podemos ver nada diferente en la calle. Porque no sabemos el daño que le podemos causar a esas personas al quedar las viendo. Eso era lo que tanto temía, no tanto a lo que me preguntarán, sino a la vista de la persona».
Los taxeros me preguntan que me pasó y han sido versiones diferentes, alguno le he dicho a manera de broma «fue en Vietnam, en la guerra, fue una mina».
Tiene año y medio de andar con bastón y está en proceso de una nueva prótesis que se adapte a su peso; de no ser así, tendrá que usar una prótesis desde arriba, algo de lo que confesó no está preparado.
Después de esa dura etapa laboro para un call center, logró estudiar administración de empresas; fue parte esencial del área de transporte y contabilidad y se desarrolla en el área de mantenimiento de su compañía. Sin duda el bálsamo sanador del tiempo poco a poco fue dejando, desde el muñón hasta el muñón del alma; una suave y plácida paz para este gran hombre.
